Terezin fue un campo de concentración nazi fuera de lo común. Y la experiencia de quienes sobrevivieron su estada ahí también lo fue: hubo música, poesía y pintura en medio del horror.
¿Qué recuerdan quienes lo vivieron como niños?
¿Qué sienten los que interpretan las obras creadas en tales condiciones?
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"Para mí, eran momentos felices", le dijo a Sacha Berg, de la BBC, Zdenka Fadlova, una sobreviviente del Holocausto.
Teniendo en cuenta que se refiere a la época que pasó en el lugar que se conoce como la antesala de Austchwitz, sus palabras sorprenden.
Pero Fadlova apunta que llegó a Terezin cuando tenía 18 años de edad.
"Yo diría que Terezin, para mi generación -cuando se es joven, uno es optimista y la pasa bien- no era el infierno. El infierno que vino después".
Por las puertas de esa fortaleza checa del siglo XVIII, se estima que pasaron cerca de 200.000 personas durante la Segunda Guerra Mundial. A pesar de que estríctamente fue un gueto, se cuenta como uno de los campos de exterminio debido a la cantidad de muertes que tuvieron lugar: más de 97.000, de las que más del 15% fueron niños.
Y la mayoría de los que no sucumbieron al hambre o la insalubridad, murió en las cámaras de gas de Auschwitz.
Entre ellos, se contaban algunos de los más grandes artistas europeos de la época.
"Yo jamás habría tenido la oportunidad de conocer a gente así, y menos de trabajar con ellos, y no sentíamos temor: no teníamos idea de lo que nos esperaba", le explicó Fadlova a la BBC.
No era el infierno. El infierno que vino después
Zdenka Fadlova
No obstante, la amenaza no pasaba desapercibida. Los residentes del gueto sabía que a quien se llevaban en un tren, nunca regresaría.
"Sí, éramos conscientes de esto. El traslado hacia el este era una espada de Damocles. ¿Me mandarán a mí la próxima vez? Nadie sabía cuándo, cuántos, quiénes".
Notas discordantes
Entre 1942 y 1944, junto a escritores, pintores y actores, Terezin alojó a algunos de los mejores compositores de Europa. Siguieron adelante con su trabajo... con el visto bueno de los nazis.
Como a algunos prisioneros se les permitía llevar alguna de sus posesiones, los músicos tenían sus instrumentos. Comenzaron a tocar, primero en secreto, pero luego con el permiso de sus carceleros.
Para los nazis, ese lujo tenía valor propagandístico. El gobierno de Adolf Hitler presentaba a Terezin como "la ciudad de los judíos" donde supuestamente enviaban a los más viejos y a los más prominentes para protejerlos de la guerra.
Así se dieron situaciones tan grotescas como el que, en el verano de 1944, inspectores de la Cruz Roja asistieran a la representación de Brundibar, una ópera que Hans Krasa, uno de los prisioneros, había comenzado a escribir justo antes de la guerra.
Los personajes eran todos niños. Greta Klingsberg, quien tenía 12 años cuando llegó a Terezin, fue una de las intérpretes.
"Nos encantaba cantar y, en ese momento, subía al escenario como cualquier niño que se olvida por completo lo que le rodea. El hambre, el tifus y también 'los transportes'", recuerda, en conversación con la BBC.
"¿¡Helado!?"
La obra, que Krasa concluyó en el campo, se convirtió en la banda sonora del lugar. En ella, dos niños que necesitan leche para ayudar a su madre enferma desafían Brundibar, un organillero, viejo y cascarrabias.
Brundibar intenta intimidar a los hermanos, que ayudados por un perro, un gato y un gorrión demuestran que las tiranías pueden ser vencidas con coraje.
"De repente, uno entraba a escena y había un perrito, un gato y había helado -¿¡qué es helado!?- y leche y dulces y pan y había suficiente para estar feliz. Era un momento de infancia completamente normal que la música te daba y particularmente esa ópera, para los niños".
Klingsberg cantó su parte de la obra unas cincuenta veces. Sin embargo, la mayoría de sus compañeros no formaban parte del reparto por mucho tiempo. Normalmente desaparecían en los trenes que los conducían a las cámaras de gas de Auschwitz.
"Sólo recuerdo a Pinchas Mistein que hacía de bebé. No sobrevivió. Quiero decir, lo deportaron a Auschwitz".
Recuperando lo perdido
"Nos permitían tocar, nos permitían hacer música y teatro, todo porque sabían que estábamos sentenciados a morir. Y pensaban: 'déjenles tocar, déjenles sonreír porque pronto sus sonrisas desaparecerán de sus rostros'... y tenían razón, la sonrisa desapareció", reflexiona Zdenka Fadlova.
La obra de Krasa fue presentada por primera vez en septiembre de 1943 y 54 veces más durante un poco más de un año.
Tras la visita de la Cruz Roja ese verano de 1944, los nazis decidieron que Terezin había cumplido su propósito.
Nos permitían hacer música y teatro, todo porque sabían que estábamos sentenciados a morir
Zdenka Fadlova, prisionera
La frecuencia de los transportes a Auschwitz aumentó y en 16 octubre de ese año le llegó el turno a Krasa, quien murió en la cámara de gas dos días después. Y no fue el único.
Amelia Freedman, directora artística del Nash Ensemble, que recientemente interpretó en Londres obras compuestas en Terezin, en conversación con la BBC lamentó la pérdida.
"Estoy segura de que estos compositores se habrían destacado en el siglo XX de haber vivido. Estoy hablando también de Victor Alman, Karuser, Pavel Hass, Gideon Klein... sin ellos la música checa perdió toda una generación de talentos".
Para Freedman, interpretar sus obras les da a estos compositores de Terezin al menos la vida después de la muerte, y si es posible, la vida eterna.
"Yo creo que es importante que se toque su música regularmente en todo el mundo. Se trata del Holocausto, pero también es una celebración".
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