viernes, 30 de diciembre de 2011

¿De qué terrorismo hablamos?

Por Eduardo Anguita Periodista y Director de Miradas al Sur.


Todo indica que ser miembros del G-20 tiene un costo de admisión y una cuota societaria y que el GAFI tiene una manifiesta fidelidad hacia la gran banca privada internacional y al Departamento de Estado estadounidense.


La reciente sanción de una reforma del Código Penal bajo el pedido del Grupo de Acción Financiera Internacional (GAFI) ha sido motivo de preocupación de muchos sectores defensores de los Derechos Humanos. Las razones surgen, básicamente, porque se introdujo, a pedido del Poder Ejecutivo, una difusa figura de “terrorismo”. A último momento el proyecto original agregó un párrafo que, a la hora de ser interpretado por un juez o por un gobierno futuro, puede resultar intrascendente. En efecto, basta ver la letra del artículo 41 para comprender que la falta de debate previo llevó a una imprecisión que no conforma ni a tirios ni a troyanos. Así es la redacción del artículo en cuestión: “Cuando alguno de los delitos previstos en este Código hubiere sido cometido con la finalidad de aterrorizar a la población u obligar a las autoridades públicas nacionales o gobiernos extranjeros o agentes de una organización internacional a realizar un acto o abstenerse de hacerlo, la escala se incrementará en el doble del mínimo y el máximo.” El párrafo que se agregó en Diputados indica que “las agravantes (duplicación de penas) previstas no se aplicarán cuando el o los hechos tuvieren lugar en ocasión del ejercicio de derechos humanos y/o sociales o de cualquier otro derecho constitucional”. Hoy, con la historia abierta desde el 25 de mayo de 2003, está claro de qué se habla, pero desde la óptica del Poder Ejecutivo Nacional. No puede decirse –sólo por tomar dos casos entre muchísimos– que el gobierno de Mauricio Macri tenga la misma lectura, ni que la jueza que ordenó la represión del Indoamericano hace un año tenga la misma óptica respecto de no reprimir la protesta social. 
Todo indica que ser miembros del G-20 tiene un costo de admisión y una cuota societaria y que el GAFI (un foro intergubernamental que reclama normas de persecución al lavado de activos y financiamiento al terrorismo) tiene una manifiesta fidelidad hacia la gran banca privada internacional y al Departamento de Estado estadounidense. No extraña la calificación que hizo del GAFI el ministro de la Corte Suprema Raúl Eugenio Zaffaroni: “Es un organismo de segunda categoría, que se atribuye más derechos que las Naciones Unidas.” 
Esta ley aparece en el contexto de la utilización de las sanciones financieras de Israel, Gran Bretaña, Alemania, Estados Unidos y Canadá contra un banco público iraní –el EIH, con sede en Hamburgo– porque según la prensa israelí, norteamericana y británica “esta entidad bancaria apoya la proliferación de armas de destrucción masiva”. ¿Se refiere a que fabrican bombas que son usadas por terroristas para atacar un blanco civil, como todo indica que sucedió con la sede de la AMIA en Buenos Aires en 1994? No, se refiere a que el EIH es un banco en el que, además de transacciones por el gas y el petróleo iraní, también se hacen pagos a empresas que participan del programa nuclear iraní.
Y aquí conviene hacer varias consideraciones. La primera: ¿No hacen terrorismo mediático los diarios de los países centrales que señalan a la bestia de Teherán después de haber matado cientos de miles de iraquíes con la excusa de que la bestia de Bagdad tenía armas químicas y biológicas, cosa que nunca se probó? La segunda: ¿Nadie se acuerda que ingleses y norteamericanos dieron un golpe de Estado en Irán en 1953 y colocaron a un monigote llamado Reza Pahlevi, porque los iraníes estaban a punto de estatizar el petróleo y el gas controlado por empresas norteamericanas y británicas? La tercera: Irán no reconoce tener un programa de fabricación de bombas atómicas, permite las inspecciones de la Agencia de Naciones Unidas para la Energía Atómica y no están probadas las acusaciones.
 
EL ÁRBOL Y EL BOSQUE. José Nun –honrado por el gobierno como secretario de Cultura pero desaprovechado en su trayectoria como destacado politólogo con diversos doctorados en Economía– acaba de publicar La desigualdad y los impuestos (Capital Intelectual) en el que cita fuentes del Banco Mundial para hablar del lado oscuro de las finanzas. “Entre 1 y 1,6 trillones (1 trillón: 10 elevado a la 18, NdR) de dólares (es) el dinero mal habido que circula anualmente por el mundo.” Uno de los mayores especialistas de lavado de dinero en el mundo es Raymond Baker, presidente de Global Financial Integrity, quien después de haber estudiado los movimientos financieros de 60 naciones, cree que las cifras del Banco Mundial deberían multiplicarse por tres. Lo impresionante es que, según Baker, la mitad de ese dinero proviene de las naciones en desarrollo –o periféricas–. Y cualquiera podrá preguntarse si esa es plata sucia de los carteles de droga o de políticos corruptos. Sí, pero en una proporción que deja helada la sangre: “entre el 60 y el 65% (se debe) a las maniobras ilícitas de muchos particulares y grandes empresas”, mientras que el llamado “crimen organizado” sería responsable del 30% del dinero ilegal y sólo el 3% de la “corrupción política”.
En la Argentina, los delitos de “financiación al terrorismo” estaban contemplados en figuras ya existentes en el Código Penal, pero lo que no está debidamente entendido en la sociedad –y parece que también en buena parte de la dirigencia política argentina es la cantidad de maniobras que hacen las grandes empresas transnacionales para burlar el pago de impuestos. En este sentido, tuvo mucha menos repercusión el tratamiento y sanción en estos días de otra ley que incorpora delitos económicos y financieros para prevenir el lavado de activos, una figura que se había incluido en el Código Penal a mediados de este año. La nueva norma penaliza, por ejemplo, acciones destinadas a afectar el orden económico o financiero. La presidenta habló hace poco de haber conjurado cinco corridas bancarias que, según ella, llevaron al Banco Central a tener que vender 15 mil millones de dólares, una cifra impresionante. Es valiente de parte de la presidenta dar a conocer estos movimientos desestabilizadores, pero sería vital para la sociedad argentina conocer los detalles de todo esto. Se dice –pero nunca se dan los datos concretos con nombres, apellidos y entidades bancarias– que hay más de 100 mil millones de dólares de argentinos en circuitos ilegales, posiblemente la mayoría reciclados fuera del país. Cuando muchos periodistas y académicos reclaman la urgencia de una ley de derecho al acceso de la información no se refieren a los detalles íntimos de una reunión en un ministerio sino a la posibilidad de sostener y alimentar debates públicos con información fundada y no en base a estimaciones. Eso ayudaría al Estado, además, a recaudar más impuestos y también permitiría mejorar las normas tributarias.
No sólo la palabra “terrorismo” pone en guardia a quienes conocen las historias de las violaciones sistemáticas a los Derechos Humanos y la soberanía de las naciones. “Task force” es otro término, casi complementario de las lógicas de avasallamiento. Es decir, primero la gran prensa aterroriza diciendo que hay terroristas por todos lados y luego llegan las fuerzas de tareas. Es decir, Vietnam, Panamá, Irak, Afganistán. Raymond Baker preside además la curiosa Task Force on Financial Integrity & Economic Development (Fuerza de Tareas para la Integridad Financiera y el Desarrollo Económico) que explica en su página web cinco prioridades para transparentar las finanzas: la reducción y manipulación de los precios de las importaciones y exportaciones; la contabilidad de las ventas, de las ganancias y de los impuestos pagados por las compañías multinacionales país por país; confirmación de los registros bancarios de las ganancias declaradas; información automática cruzada entre los impuestos y las (declaraciones de) aduana; y por último, la armonización de la legislación sobre lavado de dinero (acá podría llamarse fuga de capitales en dólares) focalizada en la transparencia.
Una mirada al respecto desde un punto de vista nacional y popular podría advertir que una serie de académicos y economistas especializados en normas impositivas participaron en el trabajo dirigido por José Nun, uno de ellos es el filoso Jorge Gaggero, del Plan Fénix. También podría decirse que Raúl Scalabrini Ortiz ha dejado una extraordinaria enseñanza respecto de cómo los ferrocarriles y los bancos ingleses limaron la soberanía argentina. Y también que Daniel Aspiazu y Eduardo Basualdo explicaron con claridad en los últimos 25 años cuál es el grado de concentración y transnacionalización de la economía argentina. Nada debe empañar la impronta de este Congreso que sancionó una docena de leyes en tiempo récord. Pero, en algunos casos, velocidad no significa profundidad. Y estos temas merecen debates y también merecen información pública confiable.



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“Los que quieren profundizar el modelo, ¿se refieren a esta fábrica de desigualdad”?

Entrevista al científico social Atilio Boron

Periódico de la CTA N° 81


Ex secretario del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, Atilio Boron recibió en Cuba el Premio Internacional de la UNESCO José Martí 2009 por su infatigable contribución a la unidad e integración de los países de América Latina y el Caribe. Es profesor de Teoría Política de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires e investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET).

Se desempeña como director del Programa Latinoamericano de Educación a Distancia en Ciencias Sociales (PLED) del Centro Cultural de la Cooperación “Floreal Gorini”. También es miembro del Comité Científico del Programa de Investigación Comparada sobre la Pobreza (CROP), que tiene su sede en Bergen (Noruega).
A través de sus artículos en diversos medios del continente, sus apariciones en la televisión de Cuba, Venezuela y todo el continente, Boron se transformó en un referente de amplios sectores, fundamentalmente juveniles, que lo siguen a través de sus blogs, sus direcciones en facebook y se comunican con él a través de los miles de correos electrónicos que recibe cada día. Defensor del reformismo a la manera de Rosa Luxemburgo, al que sabe diferenciar de lo que denomina “modernización conservadora”, Boron dio pie a una verdadera polémica cuando se preguntó, ¿de qué hablan quienes propician profundizar este modelo?

Humanizar al capitalismo parece cosa difícil si uno mira alrededor. De cualquier manera, si se analizan el discurso del oficialismo pareciera que “el modelo” es eso. ¿Qué es para usted “el modelo”? 

Humanizar al capitalismo es más difícil que hallar la cuadratura del círculo. Un sistema económico y social que se construye a partir de la consideración de hombres, mujeres y naturaleza como simples mercancías capaces de producir más riqueza es absolutamente imposible de humanizar. Por otra parte, quienes hablan de "profundizar el modelo", ¿quieren “profundizar” también la Ley de Entidades Financieras de Videla y Martínez de Hoz; o la Carta Orgánica (ultraneoliberal) del Banco Central pergeñada por Domingo Cavallo, o la escandalosamente regresiva estructura tributaria que recauda impuestos a las "ganancias" entre los asalariados o castiga con un IVA brutal a los consumidores de bajos recursos mientras exime de imposiciones tributarias a la renta financiera o a la transferencia de activos de sociedades anónimas mientras subsidia a las grandes empresas y a los consumidores adinerados? ¿Quieren profundizar los efectos de esta incontenible fábrica de pobreza que es el "modelo" y la irritante desigualdad económica pese a elevadísimas tasas de crecimiento económico; o el trabajo "en negro" que afecta al 40 % de los trabajadores, incluso dentro del propio sector público; o la indiferencia ante los reclamos en contra de la minería a cielo abierto (¡y su escandalosa regalía del 3 % a boca de mina!), por la preservación de los glaciares y los bosques nativos, o por la devolución de las tierras a los pueblos originarios (caso Qom, en estos días)? ¿De verdad quieren profundizar todo esto, porque esto es el “modelo”?

De lo que se trata no es de profundizar el modelo sino de cambiarlo de una buena vez, sin arrojar por la borda todo lo actuado, preservando algunos aciertos (aún cuando insuficientes, como la asignación universal por hijo y la extensión de los beneficios jubilatorios) pero avanzando aceleradamente en una nueva dirección congruente con los imperativos de justicia y equidad sin los cuales cualquier democracia se convierte en una farsa y deviene en una plutocracia disfrazada.

¿Cuál es la línea que separa al reformismo de un sistema que, a la postre, no afecta la matriz neoliberal, por el contrario trata de perpetuarla maquillando sus efectos? 

Yo creo que el reformismo es una política anticapitalista. Si algo se llama por ese nombre y fortalece al capitalismo, lo eficientiza o lo hace más digerible para las masas eso no es reformismo sino una modernización conservadora. No olvidar que como lo manifestara Rosa Luxemburgo tantas veces, hay un lazo entre reformas sociales y revolución. Lo que ocurre es que a las modernizaciones conservadoras se las llama reformistas, pero eso es un error. Las revoluciones no son acontecimientos que ocurren de la noche a la mañana. Suelen casi invariablemente comenzar como un proceso de reformas que, al calor de la lucha de clases, se radicaliza hasta desembocar en una verdadera revolución. El Movimiento 26 de Julio en Cuba siguió exactamente esa trayectoria. Y la revolución socialista en Rusia comenzó como un programa claramente reformista: “pan, tierra, paz”, que nada tenía que ver con el socialismo. Pero puso en marcha un proceso dialéctico que luego no se pudo detener y que culminó en la creación del primer Estado Obrero en la historia de la humanidad, más allá de las deformaciones que, lamentablemente, frustrarían su destino histórico en las décadas sucesivas.

Un dirigente social del interior nos preguntaba días atrás: “Los desocupados que reciben dos mil pesos por construir viviendas, los uniforman y deben ir puntualmente a todos los actos de la organización política que les dio trabajo y de esa forma dejan de figurar para el Ministerio de Trabajo como desocupados, ¿dejaron de ser pobres? ¿O son nuevos pobres? ¿Cómo lo caracteriza usted?

Siguen siendo pobres, y para colmo, atrapados en una red clientelística que impide su emancipación económica y social. Su ocupación actual es inestable y transitoria. Para atacar el problema de raíz tendrían que ser capacitados en las nuevas tecnologías que hoy imperan en el mundo de la producción y, por otro lado, formular y ejecutar un plan nacional de desarrollo en donde a partir del papel rector del Estado se establezcan prioridades en materia de inversión con miras puestas en la creación de empleos. No debe olvidarse que la dinámica propia del capitalismo actual tiende a la expulsión de la fuerza de trabajo. Si por el capital fuera una parte apreciable de la población mundial sería redundante, y la única política social válida sería practicar la “eutanasia de los pobres”. Por lo tanto, si el Estado no interviene con múltiples políticas activas, y lo hace eficientemente, esta tendencia profunda del capitalismo hará que se perpetúen la desocupación y la pobreza.

UNASUR y el ALBA son complementarios pero diferentes, especialmente cuando se habla de estrategia. ¿Cuáles son para usted los puntos en común de los dos líderes de los bloques Brasil y Venezuela? 

Brasil todavía no se piensa como un líder de un bloque regional sino que lo hace en términos exclusivamente nacionales, procurando afianzar su propia proyección en América Latina y, en la medida de lo posible, en la arena internacional. Ni Lula ni Dilma parecen dispuestos a hacer lo que todo líder debe hacer: sacrificar en parte sus intereses egoístas para, a cambio, beneficiarse con la conducción de un bloque de países que potenciaría la gravitación internacional de Brasil y de América del Sur. Para esto se requiere una clara visión estratégica global y Brasil no la tiene. Por eso, por ejemplo, se niega a renegociar el leonino convenio brasileño-paraguayo de la represa de Itaipú (pese a un leve retoque hecho por Lula en los momentos finales de su mandato) o impone absurdas restricciones a la exportación uruguaya de arroz al Brasil (¿puede Uruguay exportar tanto arroz como para provocar esa reacción?). Venezuela, bajo el liderazgo de Chávez, tiene una visión acertada de la inserción de América Latina en el sistema mundial pero carece de las formidables potencialidades que tiene Brasil. Por eso el ingreso de Venezuela al Mercosur podría acercarnos a la síntesis que hace tanto tiempo estamos necesitando: la potencia y el empuje brasileños y la clarividencia estratégica de Chávez. Este, a diferencia de Brasil, no se equivoca en lo esencial: la caracterización del imperio y el papel de América Latina.

Venezuela tiene petróleo y según los norteamericanos también un “dictador”. Si no hay descontento popular real, cámaras y unos pocos extras logran milagros en estos tiempos. ¿Hay riesgo de un desembarco militar estadounidense directo en el continente? 

Es una opción que Washington tiene en carpeta. Van a esperar la evolución de la enfermedad de Chávez y el veredicto popular en las próximas elecciones del 2012. Pero si ambas cosas se mueven en una dirección contraria a los intereses norteamericanos: si Chávez se cura del cáncer y gana las elecciones una aventura militar como la perpetrada en estos días en Libia no debería ser descartada. De hecho David Cameron, el premier británico, dijo recientemente que esa operación podría ser el modelo de futuras intervenciones militares destinadas a construir un mundo más seguro y confiable. Por eso la satanización de Chávez, acusado miserablemente de ser un protector de terroristas y narcotraficantes por el propio Departamento de Estado en sus informes anuales, debe ser entendida como el primer paso –preparatorio de la opinión pública- de una eventual operación militar destinada a remover por la fuerza el principal obstáculo que Estados Unidos encuentra en la región a la hora de recuperar su pérdida ascendencia.

Irán, Afganistán, Libia. La debilidad del capitalismo no calma su voracidad por el petróleo y el expansionismo militar. Menos poder económico, más impunidad, ¿es contradictorio? 

No es contradictorio en absoluto. De hecho, la impunidad es requerida por -y refuerza al- poder económico. A medida que la gravitación económica de Estados Unidos se fue debilitando el proceso de militarización de la política exterior y el creciente control autoritario dentro del país (denunciado por infinidad de grupos y asociaciones norteamericanas preocupadas por esta involución en materia de derechos civiles y libertades fundamentales, especialmente luego del 11-S) creció inconteniblemente. El presupuesto militar de Estados Unidos, que hace apenas quince años equivalía al de los doce países que le seguían en ese rubro, hoy equivale al de la totalidad de las naciones del planeta. Se llegó a niveles monstruosos, porque al considerar todos los componentes del gasto militar (incluyendo la Administración de Veteranos, que se encarga de la atención médica y rehabilitación de los heridos) y los proyectos de “reconstrucción” de zonas destruidas por el poder militar yanky estamos hablando de una cifra que supera al millón de millones de dólares, algo considerado como una barrera infranqueable apenas cinco años atrás. En otras palabras: se pretende contrarrestar la declinación económica con un fenomenal fortalecimiento del poderío militar. Eso puede funcionar hasta cierto punto pero, ¿por cuánto tiempo?

El rol de Moreno Ocampo 

En un momento de la entrevista le recordamos a Atilio Boron que durante el siglo pasado, una revista de actualidad traía la sección “Argentinos que triunfan por el mundo”. Y le apuntamos que de existir en estos días lo hubiera incluido al doctor Luis Moreno Ocampo quien ha tenido un papel activo en el Tribunal Penal Internacional.  ¿Opina lo mismo? 

Si, muy activo. Ahora quiere abrir una investigación sobre Kadafi y sus crímenes de guerra y sus violaciones a los derechos humanos. Pero habrá que ver si tiene la integridad moral y las agallas para hacer lo propio con los socios, cómplices y partícipes necesarios de los crímenes de Gadafi: George W. Bush y Tony Blair, tal cual surge de los documentos hallados en varias oficinas abandonadas del gobierno de Gadafi. Esos gobernantes conocían muy bien las atrocidades que cometía el líder libio y le enviaban prisioneros sospechosos de actividades terroristas para que los torturaran en Libia para arrancarles informaciones en su cruzada antiterrorista. Espero que Moreno Ocampo actúe en consecuencia e incluya en su investigación el siniestro papel de estos otros criminales, a quienes la prensa presenta como grandes defensores de la democracia, la libertad y los derechos humanos.

Artículo publicado en el Periódico de la CTA N° 81, correspondiente al mes de octubre de 2011.

jueves, 22 de diciembre de 2011

La bandera palestina

El ingenio de los pueblos que viven bajo una ocupación extranjera no tiene límites, la torpeza de las potencias ocupantes tampoco.  Por las estrechas calles de la famosa Casba de Argel los soldados franceses corrían detrás de chiquillos argelinos que los provocaban en la cara y luego desaparecían en uno de los tantos laberintos que tiene la maravillosa ciudadela construida sobre una colina al borde del mar mediterráneo. En Vietnam, los pequeños gigantes que luchaban contra la sofisticada tecnología de los marines norteamericanos atacaban y se esfumaban en alguno de los miles de túneles que habían cavado bajo tierra. Los soldados, desconcertados, sabían que detrás de cada planta podía aparecer y desaparecer un vietnamita en un abrir y cerrar de ojos.
En Palestina no hay montañas ni selvas y nunca hubo una verdadera guerra de guerrillas contra la ocupación israelí.  Pero los palestinos tienen sentido del humor y muchas veces desafían a los israelíes con la picardía.  A comienzos de la década de los ochenta el Estado de Israel apenas reconocía a los palestinos como pueblo y consideraba a la OLP una organización terrorista a la cual había que destruir de cualquier manera.  Por ende, también todos sus símbolos estaban prohibidos y eran perseguidos.  Mientras el “enemigo público N° 1”, Yasser Arafat, se encontraba en el Líbano acosado por las bombas que caían sobre Beirut en su afán por matarlo, los palestinos jugaban al gato y al ratón con los soldados israelíes mostrándoles las bandera palestina roja, negra, verde y blanca.  El ocupante, torpe y embrutecido, no contento con arrestar a quien osara enarbolar la bandera, perseguía cualquier expresión pública donde se combinaran los cuatro colores, prohibidos si se exhibían juntos.  Si en una exposición de pinturas algún artista mostraba el pasto verde combinado con flores rojas, negras y blancas, llegaban las autoridades militares y clausuraban la muestra.
Uno de los frutos favoritos de los palestinos es el “batij”, la sandía, cuya cáscara exterior es verde y su parte interior blanca, con pulpa roja y pepitas negras.  Y como el humor popular no tiene límites a alguien se le ocurrió hacer remeras con el dibujo de una sandía abierta.  La respuesta fue inmediata: perseguir a quienes vestían esas remeras.  Es posible que hoy algunos palestinos recuerden cuando comían sandías en la calles y se reían de los soldados.  Pero seguramente todos miraran con felicidad las imágenes que llegan de París, donde la bandera palestina flamea en la UNESCO.

martes, 9 de agosto de 2011

Estados Unidos en decadencia





Es un tema común que Estados Unidos, que apenas hace unos años era visto como un coloso que recorrería el mundo con un poder sin paralelo y un atractivo sin igual (...) está en decadencia, enfrentado fatalmente a la perspectiva de su deterioro definitivo, señala Giacomo Chiozza en el número actual de Political Science Quarterly.
La creencia en este tema, efectivamente, está muy difundida. Y con cierta razón, si bien habría que hacer cierto número de precisiones. Para empezar, la decadencia ha sido constante desde el punto culminante del poderío de Estados Unidos, luego de la Segunda Guerra Mundial, y el notable triunfalismo de los años 90, después de la guerra del Golfo, fue básicamente un autoengaño.
Otro tema común, al menos entre quienes no se ciegan deliberadamente, es que la decadencia de Estados Unidos, en gran medida, es autoinfligida. La ópera bufa que vimos este verano en Washington, que disgustó al país y dejó perplejo al mundo, podría no tener parangón en los anales de la democracia parlamentaria.
El espectáculo incluso está llegando a asustar a los patrocinadores de esta parodia. Ahora, al poder corporativo le preocupa que los extremistas que ayudó a poner en el Congreso de hecho derriben el edificio del que dependen su propia riqueza y sus privilegios, el poderoso estado-niñera que atiende a sus intereses.
La supremacía del poder corporativo sobre la política y la sociedad –por lo pronto básicamente financiera– ha llegado al grado de que las dos formaciones políticas, que en esta etapa apenas se parecen a los partidos tradicionales, están mucho más a la derecha de la población en los principales temas a debate.
Para el pueblo, la principal preocupación interna es el desempleo. En las circunstancias actuales, esta crisis sólo puede remontarse mediante un significativo estímulo del gobierno, mucho más allá del más reciente, que apenas hizo coincidir el deterioro en el gasto estatal y local, aunque esa iniciativa tan limitada probablemente haya salvado millones de empleos.
Pero para las instituciones financieras la principal preocupación es el déficit. Por lo tanto, sólo está en discusión el déficit. Una gran mayoría de la población está a favor de abordar el déficit gravando a los muy ricos (72 por ciento, con 27 por ciento en contra), según precisa una encuesta deThe Washington Post ABC News. Recortar los programas de atención médica cuenta con la oposición de una abrumadora mayoría (69 por ciento Medicaid, 78 por ciento Medicare). El resultado probable, por lo tanto, es lo opuesto.
El Programa sobre Actitudes de Política Internacional (PIPA) investigó cómo eliminaría el déficit la gente. Steven Kull, director de PIPA, afirma: Es evidente que tanto el gobierno como la Cámara (de Representantes) dirigida por los republicanos están fuera de sincronía con los valores y prioridades de la gente en lo que respecta al presupuesto.
La encuesta ilustra la profunda división: La mayor diferencia en gasto es que el pueblo favorece recortes profundos en el gasto de defensa, mientras el gobierno y la Cámara de Representantes proponen aumentos modestos. El pueblo también favorece aumentar el gasto en la capacitación para el trabajo, la educación y el combate a la contaminación en mayor medida que el gobierno o la Cámara.
El acuerdo final –o más precisamente la capitulación ante la extrema derecha– es lo opuesto en todos los sentidos, y casi con toda certeza provocará un crecimiento más lento y daños a largo plazo a todos, menos a los ricos y a las corporaciones, que gozan de beneficios sin precedentes.
Ni siquiera se discutió que el déficit podría eliminarse si, como ha demostrado el economista Dean Baker, se remplazara el disfuncional sistema de atención médica privada de Estados Unidos por uno semejante al de otras sociedades industrializadas, que tienen la mitad del costo per cápita y obtienen resultados médicos equivalentes o mejores.
Las instituciones financieras y las grandes compañías farmacéuticas son demasiado poderosas para que siquiera se analicen esas opciones, aunque la idea difícilmente parece utópica. Fuera de la agenda por razones similares también se encuentran otras opciones económicamente sensatas, como la del impuesto a las transacciones financieras pequeñas.
Entre tanto, Wall Street recibe regularmente generosos regalos. El comité de asignaciones de la Cámara de Representantes recortó el presupuesto a la Comisión de Títulos y Bolsa, la principal barrera contra el fraude financiero. Y es poco probable que sobreviva intacta la Agencia de Protección al Consumidor.
El Congreso blande otras armas en su batalla contra las generaciones futuras. Enfrentada a la oposición republicana en la protección ambiental, la importante compañía de electricidad American Electric Power archivó el esfuerzo más destacado del país para captar el bióxido de carbono de una planta actualmente impulsada por carbón, lo que asestó un fuerte golpe a las campañas para reducir las emisiones causantes del calentamiento global, informó The New York Times.
Estos golpes autoinfligidos, aunque cada vez son más potentes, no son una innovación reciente. Datan de los años 70, cuando la política económica nacional sufrió importantes transformaciones que pusieron fin a lo que suele llamarse la época de oro del capitalismo de Estado.
Dos importantes elementos de esto fueron la financiarización (el desplazamiento de las preferencias de inversión, de la producción industrial a las finanzas, los seguros y los bienes raíces) y la externalización de la producción. El triunfo ideológico de las doctrinas de libre mercado, muy selectivo como siempre, le asestó aún más golpes, conforme se traducía en desregulación, reglas de administración corporativa que condicionaban las enormes recompensas a los directores generales con los beneficios a corto plazo y otras decisiones políticas similares.
La concentración resultante de riqueza produjo mayor poder político, acelerando un círculo vicioso que ha aportado una riqueza extraordinaria al uno por ciento de la población, básicamente directores generales de grandes corporaciones, gerentes de fondos de garantía y similares, mientras la gran mayoría de los ingresos reales prácticamente se estancaron.
Al mismo tiempo, el costo de las elecciones se disparó a las nubes, haciendo que los dos partidos tuvieran que escarbar más hondo en los bolsillos de las corporaciones. Lo que quedaba de democracia política fue socavado aún más cuando ambos partidos recurrieron a la subasta de puestos directivos en el Congreso, como delineó el economista Thomas Ferguson en The Financial Times.
Los principales partidos políticos adoptaron una práctica de los grandes detallistas, como Walmart, Best Buy y Target, escribe Ferguson. Caso único en las legislaturas del mundo desarrollado, los partidos estadunidenses en el Congreso ponen precio a puestos claves en el proceso legislativo. Los legisladores que aportan más fondos al partido son los que obtienen esos puestos.
El resultado, de acuerdo con Ferguson, es que los debates se basan fuertemente en la repetición interminable de un puñado de consignas, que han sido probadas por su atractivo para los bloques de inversionistas y grupos de interés nacionales, de los que depende la dirigencia para obtener recursos. Y que se condene el país.
Antes del crac de 2007, del que fueron responsables en gran medida, las instituciones financieras posteriores a la época de oro habían obtenido un sorprendente poder económico, multiplicando por más de tres su participación en las ganancias corporativas. Después del crac, numerosos economistas empezaron a investigar su función en términos puramente económicos. Robert Solow, premio Nobel de Economía, concluyó que su efecto podría ser negativo. Su éxito aporta muy poco o nada a la eficiencia de la economía real, mientras sus desastres transfieren la riqueza de los contribuyentes hacia los financieros.
Al triturar los restos de la democracia política, las instituciones financieras están echando las bases para hacer avanzar aún más este proceso letal... en tanto sus víctimas estén dispuestas a sufrirlo en silencio.
(El libro más reciente de Noam Chomsky es 9-11: Tenth Anniversary. Chomsky es profesor emérito de lingüística y filosofía del Instituto Tecnológico de Massachusetts, en Cambridge, Massachusetts)
Distributed by The New York Times Syndicate
Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2011/08/08/index.php?section=opinion&article=032a1mun

sábado, 18 de junio de 2011

Girar

Por Sandra Russo
Las Madres tienen entre 80 y 90 años. Cuando se habla hoy de ellas, se habla de las que quedan, de ese puñado de viejas alrededor de las cuales vuelve a partirse la lectura política, mientras ellas siguen girando obstinadas alrededor de la Plaza. Desde que nacieron todos los argentinos menores de 35 años, hay mujeres girando los jueves alrededor de la Plaza.
Ningún artista plástico de ninguna corriente contemporánea podría concebir lo que son, esa performance histórica que nos ha tocado presenciar, esa obra de arte conceptual en el sentido más político que son cuando giran. Las que piensan de un modo y las que piensan de otro, las que se quieren y las que se odian, todas giran, las vivas y las muertas, en la ronda tribal de la memoria. Están condenadas a girar porque no han podido enterrar a sus hijos. La ronda es su letanía, su lamento y su flor en la tumba.
Lo que los grandes medios fogonean con el tejido turbio de sus coberturas sobre el caso Schoklender, lo traducen literal y bestialmente los “trolls” –los “rompe-facebook” a sueldo– en la blogosfera. Se trata de un mismo movimiento de sentido, que en la web se abandona descarnadamente a su propósito. Uno que apareció con mucho brío esta semana usó de falso nombre “Shocochorro Chorrafini”. Otros mensajes de ese estilo, que aparecieron en manada, con perfiles falsos, a veces con fotos obscenas y otros con fotos de un universo de ídolos como Pamela Anderson o David Beckham, decía “Hebe a la cárcel!”. Otro, “Es un buen momento para que aparezcan los hijos de Hebe que viven en España”. Otro, “Por los 30.000 $$$ desaparecidos”.
La derecha les ladra a las Madres y algunos sectores de la izquierda la dejan hablar. Uno no siempre es dueño de sus silencios. A veces es esclavo. Sabrán los que callan qué defienden, pero si alguna vez las abrazaron, hoy las sueltan.
Esta mirada recelosa y acusatoria que cae sobre Hebe, la que la insinúa o la declara “chorra”, es exactamente la misma que sostuvieron siempre los sectores más reaccionarios y hoy hacen suya algunos más por cálculos electorales. Pero lo abismal de esa mirada es que se posa hoy como ayer, pero hoy la Justicia ya investigó, probó y está condenando el terrorismo de Estado. Ya se sabe qué pasó. A las Madres y a las Abuelas les mataron los hijos, y se robaron sus cuerpos, incluso los de las prisioneras que dieron a luz en cautiverio. Cuando a alguien se le hace un tajo tan grande, nadie puede pedirle que no sangre.
Ayer, para resguardar “la salud de su madre, que es una señora mayor”, según indicaron sus abogados, los hermanos Noble Herrera anunciaron su decisión de cumplir con lo que desde hace diez años reclaman otras “señoras mayores”, las Abuelas. Los abogados dicen que la decisión de los hermanos obedece a poner fin a un “sufrimiento inenarrable” a raíz de las “presiones recibidas”. Nadie puede dejar de admitir ese sufrimiento, aunque tampoco se puede evitar concluir que si esta misma decisión hubiese sido tomada hace una década, cuando otros decidían por ellos, ya estaría resuelto el tema de sus identidades. De esta década de demora y de las tensiones que produjo no se le puede hacer cargo a nadie, salvo a quienes obstruyeron la causa.
En un exabrupto del año pasado, supo decir el ex juez Cavallo, defensor de la señora de Noble, que llegado el caso no le alcanzaría un ADN para confirmar la identidad de los nietos buscados. “Si el ADN dice Pérez, yo quiero el hueso de Pérez”, dijo. Los huesos de Pérez no existen, pero si alguien ha peleado en este país por Pérez, por esa abstracción que es Pérez, por ese cualquiera que es Pérez hablado por los que obstruyen el camino a la verdad, es Hebe. Desde sus posiciones más extremas, desde su versión más brutal, desde su decisión de sacar los nombres de los pañuelos para fundir lo personal en lo colectivo.
Durante muchos años se entretuvo a la sociedad argentina con cuentos de una perversidad atroz, como la que da cuenta de que los hijos de Hebe vivían en España. Eran parte de esos desaparecidos que andaban presuntamente por Europa y a cuyas madres, esas viejas locas, se quería silenciar. Del cuento ahora se hacen cargo los anónimos que escriben con tremendas faltas de ortografía en las redes sociales, porque a esta altura nadie se atreve a poner la firma a algo que es mentira y es cosa juzgada. Pero ahí, en esos mensajes sucios como la guerra que no hubo, y en las coberturas que les dan letra y paño, hoy se cierra el círculo de una Argentina que apesta.
Atacar a esta altura de la conciencia política argentina a los organismos de derechos humanos, hacer este picadillo mediático de Hebe, es ignorar la claridad que ilumina la escena para millones de personas. Se está tensando el abrazo que las rodea y las rodeará, giraremos a su alrededor para que ellas sigan girando, y siempre habrá quienes sientan que sangran por el mismo tajo que les hicieron a ellas.
Página  12 - Junio 2011

jueves, 16 de junio de 2011

El día que se jodió la Argentina



Cualquiera que intente buscar los orígenes de la violencia política del siglo XX en la Argentina deberá remitirse sin duda al criminal bombardeo del 16 de junio, desatado por 34 aviones de la Marina, que descargaron 14 toneladas de explosivos sobre una ciudad indefensa.
Aquel frío y plomizo jueves de hace 56 años, entre las 12:40 y las 17:45, en tres oleadas, aviones de la Armada bombardearon y ametrallaron a civiles en los alrededores de la Plaza de Mayo, la Casa de Gobierno, la CGT, la Policía Federal y la residencia presidencial, que por entonces era el palacio Alzaga Unzué.
Los pilotos de la Marina mataron a más de 300 personas, en una acción criminal impune que tiene las características de un delito de lesa humanidad. Una cantidad similar de españoles fue masacrada en Guernica por aviones alemanes, pero en Buenos Aires, victimarios y víctimas eran argentinos. Los mártires vascos del nazismo fueron inmortalizados en la genial obra de Pablo Picasso, pero las víctimas de Plaza de Mayo no tuvieron ni justicia.
Algunos de los ametrallados eran simplemente civiles que se encontraban en la zona céntrica y otros militantes peronistas que clamaron en vano por armas y sólo contaron con pistolas, con las cuales dispararon a los aviones, palos y cuchillos. Restos humanos quedaron esparcidos aquella tarde trágica en el corazón de la República.     
Los conspiradores intentaban matar al presidente constitucional o, al menos, quebrar su voluntad política, para asaltar luego el poder y desbaratar el proceso de reformas inaugurado por Juan Domingo Perón en 1943, que había llevado a la clase trabajadora a percibir más del 50% del ingreso nacional.
A la reacción antiperonista de los sectores conservadores más tradicionales, se había sumado decididamente la Iglesia Católica, que excomulgó a Perón luego de que el gobierno impulsara la ley de divorcio, suprimiera la enseñanza religiosa, dispusiera el cobro de impuestos a los templos y promoviera una Convención Constituyente para separar a la Iglesia Católica del Estado.
La comunión de los conspiradores de la Marina ultracatólica y antiperonista con la Iglesia no era un secreto para nadie, ya que los aviones rebeldes llevaban pintadas en sus alas una cruz dentro de una “v” corta, símbolo de “Cristo Vence”. Pero tampoco era un misterio que connotados radicales y socialistas apoyaban la intentona, contra un gobierno constitucional, con el argumento de “derrocar al tirano” y alcanzar “la libertad”.
Por la tarde, tropas de la Marina ocuparon Radio Mitre y leyeron una proclama: “El tirano ha muerto”, dijeron. “La hora de la recuperación de la libertad y los derechos humanos ha llegado.” Pero ninguna de las dos cosas era cierta: Perón estaba protegido en el sótano del comando en jefe del Ejército –de donde se dirigió la acción de los militares leales– y más que una jornada simbólica para los Derechos Humanos, se estaba inaugurando ese día, una tragedia que signaría la vida política nacional durante tres décadas.
El ataque aéreo no contó con el necesario avance terrestre que realizarían comandos civiles e infantes de Marina y los pilotos aterrizaron en Montevideo, donde solicitaron asilo. No pudieron matar a Perón, pero hirieron gravemente su voluntad política. En lugar de promover una purga de las cúpulas reaccionarias, Perón dijo que sus enemigos merecían “respeto” y “perdón”.  Tres meses después sería derrocado sin resistencia y comenzaría el desguace de las conquistas sociales peronistas



Tiempo Argentino - Junio 2011

sábado, 4 de junio de 2011

Contra las Madres

Por Luis Bruschtein
Hay un punto sensible en el tejido social de este país que le permitió detectar el peso moral, el paradigma ético que representaban las Madres de Plaza de Mayo. Al mismo tiempo, desde hace más de treinta años se ha buscado su flanco débil, el punto vulnerable, para destruir esa influencia, pero cada cosa que se inventó –como cuando las llamaron las Locas de la Plaza– las fortaleció y se revirtió en contra de sus detractores.
La relación de las Madres con la sociedad ha sido compleja. Muchas veces han estado muy solas. Otras veces han convocado multitudes. Pero no todo el país ha concurrido a esas convocatorias. Hay un núcleo ideológico, duro, de poder, que las resiste pero no tiene más opción que tolerarlas. Desde allí se ha buscado siempre desplazarlas de ese lugar de consideración especial que las blinda. Si pudieran hacerlo, después destruirían su imagen, difamando, mintiendo, reinventando la historia, porque las Madres son uno de los pocos puntos de referencia ciudadana que no pueden controlar.
Controlar, en el sentido de resignificarlas, de mostrarlas como a ellos les convendría. Se trata de manejar un referente simbólico esencial de estos treinta años de democracia. Pero la sociedad las ha asumido con esa forma de desmarcarse que han tenido. Incluso cuando tienen razón o cuando no la tienen. No se trata de disentir o discutir con ellas. Eso lo puede hacer cualquiera porque, para bien o para mal, el lugar donde están ubicadas no es el del argumento, sino más bien el de la conciencia, el de la consecuencia, el de la valentía y el de la madre que lucha por sus hijos.
Son lugares que la sociedad no regala sino que se construyen en una dialéctica, la mayoría de las veces ríspida, con la misma sociedad hasta que queda instalado. Las Madres buscaban a sus hijos, no buscaban ese lugar. Ese es otro factor que las explica ahora, porque si su motivación hubiera sido ocupar ese lugar de semiprócer o referente moral, nunca hubieran podido hacerlo. Quedaron allí justamente porque no querían.
La cercanía con las Madres permitía compartir una parte irreal de ese prestigio. Muchos se les acercaron a lo largo del tiempo, sobre todo algunos periodistas, para beneficiarse con esa concesión, irreal, porque la historia es de las Madres y no de los que se sacaron fotos con ellas. Pero más de un periodista, uno que otro abogado y algún activista crearon esa ilusión sobre sí mismos.
Esa presencia tan fuerte en la sociedad, a pesar de que su relación con ella siempre fue tan irregular que a veces las aislaba y a veces las acompañaba, selló con una impronta especial estos primeros 30 años consecutivos de democracia en la Argentina.
Es difícil pensar estos treinta años sin la presencia de las Madres. Han sido además lo menos parecido a un fenómeno mediático y no han mostrado esa volatilidad que los caracteriza. Por el contrario, durante muchos años fueron ignoradas por la corporación mediática que se ha convertido en parte intrínseca del poder fáctico. Hasta 1996, los 24 de marzo sólo juntaban a unas 500 o mil personas en el acto que organizaban los organismos de derechos humanos.
Ocupan un lugar que no desearon y hay una calidad de realidad material, concreta, en esa autoridad, que la diferencia de todos los productos mediáticos tan efímeros y aparentes como los falsos superhéroes del periodismo. A diferencia de muchos protagonistas de la actualidad, las Madres son reales, no son una ilusión mediática, no “actúan” ese lugar, simplemente “son” ese lugar de referente. Todos esos materiales que constituyen el lugar de las Madres fraguaron en una especie de casamata hasta ahora inexpugnable. Y se ha buscado, infructuosamente, destruirlas por mil maneras distintas.
Del 2003 en adelante, la política de derechos humanos del kirchnerismo generó, como pocas veces antes, lazos de comunicación entre el Gobierno y los organismos de derechos humanos, incluyendo a las Madres, lo que las puso en una situación más vulnerable. Algunos organismos no estuvieron de acuerdo con esta aproximación al Gobierno y se planteó un debate muy duro entre ellos. Pero no ha sido el primero. En estos treinta años hubo muchos y encarnizados debates entre los organismos. Las Madres se dividieron y muchas veces los organismos confrontaron entre sí desde posiciones casi antagónicas. Esto forma parte de la dinámica del movimiento de derechos humanos. Las discusiones suelen ser implacables pero contenidas en un marco por el cual lo han fortalecido aún más. De alguna manera, en todas esas encarnizadas discusiones, el marco de existencia común ha sido preservado por todas las partes.
Nadie puede tolerar actos de corrupción en el movimiento de derechos humanos, por lo que la denuncia contra Sergio Schoklender tiene que ser investigada hasta sus últimas consecuencias. Pero resulta evidente que detrás de esa denuncia se ha montado una campaña mediática que en algunos casos busca golpear al Gobierno en plena campaña electoral y, en otros, trata de esmerilar la imagen de las Madres y de los organismos de derechos humanos.
Por ejemplo: se ha dicho en una columna de opinión en Clarín que esto le sucede a Hebe de Bonafini por acercarse al kirchnerismo. Si la denuncia es contra Schoklender, no se entiende el motivo de centralizar en las Madres o el kirchnerismo. En todo caso, de esta forma queda expuesta la intención clara del artículo de utilizar la denuncia para atacar a las Madres. Esta línea de acción editorial se reprodujo en los grandes medios.
En otro caso, un columnista del amarillista diario Libre, de la editorial Perfil, de visita en el programa A dos voces del Canal TN, agregó que la corrupción en los organismos de derechos humanos comenzó a mediados de los noventa, en el gobierno de Carlos Menem. Es una afirmación audaz, porque ningún organismo de derechos humanos ni siquiera se acercó al gobierno que había declarado los indultos. Por el contrario, fueron sus más encarnizados opositores. En forma malintencionada, el periodista de Libre hacía mención a las reparaciones materiales que el Estado debió pagar a ex presos y familiares de desaparecidos. Hacía un abordaje burdo y amarillista de una problemática compleja.
En su caso, ya no se trata de encharcar solamente al kirchnerismo y a las Madres, sino a todo el movimiento de derechos humanos, incluyendo a quienes han sido víctimas de la represión. Hay una intención ideológica que va en consonancia con el esfuerzo histórico de los grandes medios por destruir o socavar a un movimiento que les ha sido tan difícil de controlar y que tiene fuerte incidencia en la sociedad.
Algunos de estos periodistas se han sacado en su momento la foto con las Madres para el carnet de “independientes” o “combativos”. Siguiendo la línea de pensamiento que ellos esgrimen ahora contra las Madres, se los podría acusar de que se han pasado de bando por dinero. Ahora trabajan para la corporación de los grandes medios, sintonizan con sus posiciones ideológicas y, en este caso, los usan para hacer el trabajo sucio. Aunque es posible conceder también que haya coincidencia ideológica, que han cambiado de posición por convicción y no por dinero.
En ese mismo bando, el ex presidente Eduardo Duhalde, a cuyos actos asisten los amigos de los represores y la dictadura, atacó a la Asociación de Madres y la diferenció de Madres Línea Fundadora, que emitió un comunicado para repudiar las declaraciones del candidato de la derecha peronista. Otro columnista de La Nación, en los antípodas del movimiento de derechos humanos, atacó a las Madres, pero destacó a una de ellas por no ser kirchnerista.
Parte de esta campaña desde los grandes medios consistió en buscar voces que se hayan mostrado, como algunos de estos periodistas, cercanos en otro momento al movimiento de derechos humanos. Se suma así Raúl Castells, que no da tantas vueltas para decir lo que quiere decir: “Las Madres han canjeado a los 30 mil desaparecidos por una empresa de construcción”.
El contenido real de esta campaña de viejos y nuevos enemigos está resumido en las palabras del puntero supuestamente de izquierda aliado al duhaldismo. Se trata de filtrar en el imaginario ciudadano esa idea de corrupción: las Madres que pusieron en riesgo sus vidas cuando la mayoría se callaba aterrorizada o se iba del país, las mismas Madres que fueron tan intransigentes en sus planteos a lo largo de treinta años, ahora se han vendido por dos pesos, o por veinte, los que sean. La corrupción explica sus posiciones. En todo caso, la intención es que la denuncia de corrupción disuelva la imagen referencial de las Madres. Y tras las Madres irán contra el resto de organismos del movimiento de derechos humanos.
Se habla de las Madres, de los organismos de derechos humanos y del kirchnerismo, cuando la denuncia no es contra ellos sino contra Sergio Schoklender, y se lanza esta campaña en un momento en que el país entra en pleno proceso electoral.
Hay un dato de la realidad que no respalda esta campaña de difamación: la democracia en este país hubiera sido mucho peor sin las Madres. Y eso no podría ocurrir si la motivación de las Madres hubiera sido la corrupción. Por eso, más allá del resultado de la investigación, tampoco podrán esta vez con las Madres.
Página 12 - 4/ 6/ 11

domingo, 29 de mayo de 2011

Crónica del Cordobazo

Por Rodolfo Walsh*
Nuestras clases dominantes han procurado siempre que los trabajadores no tengan historia, no tengan doctrina, no tengan héroes ni mártires. Cada lucha debe empezar de nuevo, separada de las luchas anteriores. La experiencia colectiva se pierde, las lecciones se olvidan Trabajadores metalúrgicos, del transporte y otros gremios declaran paros para los días 15 y 16 de Mayo, en razón de las quitas zonales y el no reconocimiento de la antigüedad por transferencias de empresas.



Los obreros mecánicos realizaban una asamblea y son reprimidos, defienden sus derechos en una verdadera batalla campal en el centro de la ciudad el día 14 de Mayo.

Los atropellos, la opresión, el desconocimiento de un sinnúmero de derechos, la vergüenza de todos los actos de gobierno, los problemas del estudiantado y los centros vecinales se suman.

Se paraliza totalmente la ciudad el 16 de mayo. Nadie trabaja. Todos protestan. El gobierno reprime.

En Corrientes es asesinado el estudiante Juan José Cabral. Se dispone el cierre de la Universidad.

Todas las organizaciones estudiantiles protestan. Se preparan actos y manifestaciones. Se trabaja en común acuerdo con la CGT.

El día 18 es asesinado en Rosario, el estudiante Adolfo Ramón Bello. Se realiza con estudiantes, obreros y sacerdotes tercermundistas una marcha de silencio en homenaje a los caídos.

El 23 de Mayo es ocupado el Barrio Clínicas por los estudiantes y son apoyados por el resto del movimiento estudiantil.

El 26 de Mayo el movimiento obrero de Córdoba resuelve un paro general de las actividades de 37 horas a partir de las 11 horas, para el 29 de Mayo, con abandono de trabajo y concentraciones públicas de protesta.

Los estudiantes adhieren en todo a las resoluciones de la CGT. Los estudiantes organizan y los obreros también. Millares y millares de volantes reclamando la vigencia de los derechos conculcados inundan la ciudad los días previos.

El 29 de Mayo amanece tenso. Los trabajadores de luz y fuerza son atacados con bombas de gases a la altura de Rioja y General Paz. Una vez más la represión está marcha.

Las columnas de los trabajadores de las fábricas automotrices llegan a la ciudad y son atacados. El comercio cierra sus puertas y la gente inunda las calles.

Corre la noticia de la muerte de Máximo Mena, obrero mecánico. Se produce un estallido popular, la rebeldía contra tanta injusticia, contra los asesinatos, contra los atropellos. La policía retrocede. Nadie controla la situación.

Es el pueblo. Son las bases sindicales y estudiantes que luchan enardecidas. El apoyo total de la población.

Es la toma de conciencia contra tantas prohibiciones. Nada de tutelas ni usurpadores del poder, ni de cómplices participacionistas.

El saldo de la batalla de Córdoba, "El Cordobazo", es trágico. Decenas de muertos, cientos de heridos. Pero la dignidad y el coraje de un pueblo florecen y marcan una página histórica argentina y latinoamericana que no se borrará jamás.

En medio de esa lucha por la justicia, la libertad y el imperio de la voluntad del pueblo, sepamos unirnos para construir una sociedad más justa, donde el hombre no sea lobo del hombre, sino su hermano.

"Nuestras clases dominantes han procurado siempre que los trabajadores no tengan historia, no tengan doctrina, no tengan héroes ni mártires. Cada lucha debe empezar de nuevo, separada de las luchas anteriores. La experiencia colectiva se pierde, las lecciones se olvidan.

La historia aparece así como propiedad privada cuyos dueños son los dueños de todas las cosas. Esta vez es posible que se quiebre el círculo...". 



*Extraído del “Periódico de la CGT de los Argentinos”.
Colección Completa. Números 1 al 55. Mayo 1968 - Febrero 1970.

Agencia Telam

sábado, 9 de abril de 2011

Vaso medio vacio

© Pedro Meyer
© Pedro Meyer 2010

Todos estamos conscientes de que el tema de la percepción define mucho de lo que sucede en nuestras vidas. Tanto en el amor como en la política, definimos nuestro papel de acuerdo a percepciones similares al del vaso medio vacío o medio lleno. Por ello, no es de sorprendernos que el concepto de representar las percepciones sea central en la fotografía contemporánea.

Sin embargo, esta noción no sólo está relacionada con la fotografía. Hoy leí un párrafo dentro de un boletín financiero que decía: "La fricción entre percepción y realidad es donde se encuentran las utilidades". Si llevamos esta idea unos pasos adelante, podemos ver que resulta cierta para muchas áreas de nuestra vida tales como la literatura. ¿Quién no estaría de acuerdo con la premisa de que la fricción entre los personajes de una novela, precisamente entre realidad y percepción, es donde se consigue la "utilidad" -en el sentido de contar una mejor historia?

La fotografía en ese sentido, en su conexión íntima con la literatura, también gana mucho cuando es capaz de aprovechar esa fricción entre la realidad percibida y la realidad misma.

Difícilmente se puede negar la molestia visual que representa la imagen superior. Cada ciudad del mundo donde la "modernidad" ha llegado nos puede dar ejemplos parecidos donde la electricidad y comunicaciones, de todo tipo, atraviesan nuestros cielos. Sin embargo, al mismo tiempo, también nos confrontan con una cierta elegancia de estas líneas. Consignar todas estos cables a una fotografía sirve para describir el momento preciso en que la civilización perdió sus sentidos y nadie estaba allí para proteger nuestro bienestar visual.

El vaso medio lleno, sin embargo, sería que a través de todas estas molestias visuales colectivas, podemos construir y compartir tales pensamientos e imágenes. El ciclo de fricción entre realidad y percepción, ha recorrido su camino por completo.
Pedro Meyer
Coyoacán,México DF
2010

sábado, 5 de febrero de 2011

Cinco siglos de esclavitud


El trabajo esclavo es, desde hace tiempo, denunciado por algunos sectores y ocultado por otros.
Los recientes casos descubiertos de explotación laboral y reducción a servidumbre, por parte de algunas empresas agropecuarias, es la realidad dolorosa e injusta que padecen los campesinos santiagueños sin oportunidades para permanecer en sus tierras en virtud del corrimiento de la frontera agropecuaria.
Emerge en la memoria aquel Decreto-Ley Nº 28.169/44 del peronismo, por el que se aprobaba el Estatuto del Peón de Campo, y la Ley 13.020 de protección del trabajador temporario, medidas políticas por las que se comienzan a reconocer derechos inherentes a su actividad por fuera de lo correspondiente al salario. Ambos instrumentos establecían descansos o pausas en las tareas para el desayuno, el almuerzo y la colación de la tarde; el descanso dominical para los peones de campo; y la obligación de atender los intereses del patrón sólo ante una urgente necesidad que implique un grave perjuicio. Las normativas atendían también a la alimentación y alojamiento de los trabajadores rurales, costas a cargo del empleador debiendo estas comidas ser dadas en abundancia y en las condiciones de higiene adecuadas, dada la paupérrima situación habitacional y alimentaria en que se encontraban hasta ese momento los peones rurales.
La norma establecida por J. D. Perón fue resistida fervorosamente al punto que la Sociedad Rural, en 1944, dijo al respecto: “Este Estatuto no hará más que sembrar el germen del desorden social, al inculcar en la gente de limitada cultura aspiraciones irrealizables, y las que en muchos casos pretenden colocar al jornalero sobre el mismo patrón, en comodidades y remuneraciones… La vida rural ha sido y debe ser como la de un manantial tranquilo y sereno, equilibrado y de prosperidad inagotable”.
Ambas iniciativas, sin embargo, tuvieron vigencia hasta su derogación en 1980.
Cabe entonces recordar que el artículo 38 de la Constitución de 1949, hacía referencia a la función social de la propiedad privada y, en consecuencia, sometida a las obligaciones que establezca la ley con fines del bien común: “Incumbe al Estado fiscalizar la distribución y la utilización del campo o intervenir con el objeto de desarrollar e incrementar su rendimiento en interés de la comunidad, y procurar a cada labriego o familia labriega la posibilidad de convertirse en propietario de la tierra que cultiva”. Asimismo el artículo 39 citaba: “El capital debe estar al servicio de la economía nacional y tener como principal objeto el bienestar social”. Esta Constitución fue derogada por el gobierno de facto de 1955, y nunca más alguna convención constituyente retomó la necesidad de volver a hablar de la tierra, de la propiedad y de su función social.
¿Y por qué reflotamos esta idea? Porque en el constitucionalismo latinoamericano la cuestión de la función social, y ecológica en algunos casos, está siendo recuperada, como el Estatuto de la Tierra de Brasil, que asegura a todos la propiedad de la tierra condicionada por su función social, y define a la función social como aquella en la que simultáneamente se favorece: 1) el bienestar de los propietarios y los trabajadores que trabajan en ella, así como a sus familias, 2) el mantenimiento de niveles satisfactorios de productividad, 3) la conservación de los recursos naturales, y 4) el cumplimiento de las disposiciones legales que regulan las relaciones justas de trabajo entre quienes las poseen y quienes las cultivan.
Como si se tratase de un ejemplo paradigmático, durante el 2010, el señor José Adán Vines, un agricultor de 82 años nacido en Chile y residente en la Argentina desde hace más de 30 años, era amenazado de desalojo de las tierras en las que trabajaba y vivía, en Chos Malal, Neuquén. Se trataba de una relación laboral informal, por la que José Vines trabajaba para el propietario, quien venía sólo a retirar las cosechas. No tenía salario y sólo poseía un permiso para vivir y trabajar esas tierras. En una oportunidad, Don José se cortó un dedo en un aserradero del propietario y no recibió auxilio ni remedio. Finalmente, decidió iniciar acciones judiciales laborales, y en el marco de un acuerdo, el propietario decidió pagarle con una hectárea. Casi como en un cuento, Vines no llegó a escriturar su tierra y con mal tino su antiguo patrón decidió vender la propiedad con Vines adentro, por lo que posteriormente el nuevo propietario inició el desalojo. Otra vez, el trabajo esclavo y el doblegado sin la tierra.
Trabajo esclavo en la Ciudad. La explotación de mano de obra, principalmente boliviana, en los talleres textiles da cuenta de una división racial del trabajo y de los mecanismos institucionales operados para intentar dejar sin efecto, parcialmente, la Ley de Trabajo a Domicilio N° 12.713, también del peronismo, que menciona en su artículo 35: “El empresario, intermediario o tallerista que por violencia, intimidación, dádiva o promesa, realice actos que importen abonar salarios menores que los que se establezcan de acuerdo a los procedimientos que estatuye la presente ley, tendrá prisión de seis meses a dos años”, considerando delito en los casos en que medió violencia y sustracción de la legislación laboral, siendo quizás el mayor aporte de esta norma la obligación de todos los intervinientes en la cadena de producción y comercialización del producto de responder ante la explotación.
En cuanto a las políticas migratorias en nuestro país, que en este caso importan porque configura el escenario para la trata de personas, hasta el año 2004 se encontraba vigente la ley Videla, de corte discriminatorio. Esta ley restringía el acceso a derechos esenciales y obligaba a empleados y funcionarios públicos a denunciar a los inmigrantes que no tuvieran la residencia legal, ya que la misma ley contemplaba la deportación de personas indocumentadas y construía la escenografía para el trabajo esclavo textil.
Paradójicamente, la Dirección Nacional de Migración sólo proveía obstáculos burocráticos para que estas personas pudieran regularizar su situación. Esa ley fue derogada, y la actual 25.871 considera a la migración como un derecho humano, haciéndoles extensivos a los inmigrantes los derechos sociales de cualquier trabajador, aun no habiendo regularizado su situación al momento de llegada al país.
Las diferencias culturales que vienen siendo nomencladas hace cinco siglos, desde una cosmovisión eurocentrista, como diferenciaciones jerárquicas son parte de este dispositivo colonizador y subalternizador que inferioriza a aquellas sociedades no europeas.
Si bien la precarización laboral, y por ende la existencia de servidumbres asimilables a la esclavitud, resulta sólo una faz de esta exclusión sistémica de la diáspora, también ha resultado un efecto común de la implementación de un modelo productivo agroexportador, concentrador y sin sustentabilidad que se retroalimenta con más exclusión. En vez de la oveja de Tomás Moro, es la soja la que aparece devorándose al hombre.
Es la división racial del trabajo la que permite que hoy existan personas trabajando en esas condiciones, bolivianos que en las ciudades padecen toda clase de discriminaciones. Los mismos trabajadores golondrinas son los campesinos e indígenas desalojados de sus tierras, y por otro lado siempre son los mismos a través de los años los que aparecen defendiendo la conservación y el mantenimiento del privilegio, subalternizando aun más al peón rural, al costurero boliviano, a los indígenas, a las mujeres. Y esta subalternidad exacerbada e institucionalizada a través de procesos antidemocráticos con una finalidad común a estos intereses económicos concentrados desde tiempos de la Colonia y que aún hoy persisten.
Miradas al Sur - 30/1/11