domingo, 20 de mayo de 2012

En el nombre de Atahualpa


La escena transcurre en un bar de Buenos Aires, a comienzo de los años ’70. Mercedes Sosa, los integrantes del grupo Quilapayún y algunos periodistas toman café y conversan animadamente sobre música y política. Es tarde, todos vienen de una noche de actuaciones y otros fervores y de pronto alguien plantea, a modo de desafío a ser saldado, una pregunta descomunal: ¿Atahualpa Yupanqui o Violeta Parra? ¿Quién es más grande como artista popular? ¿Quién representa más cabalmente a esa América latina que parece estar en su mejor hora?
Rápidamente se suman argumentos de uno y otro lado. Violeta ya no está, pero su nombre no deja de crecer. Atahualpa está, pero lejos, en París. A medida que avanza la noche, la mesa tiende a favorecer a Violeta, si bien por un margen mínimo. No está dicha la última palabra. ¿Quedará sellado un veredicto a favor de la chilena?
Mercedes Sosa ha permanecido callada. Quizá no está del todo cómoda. Ella no es de intervenciones brillantes. Hablando no se siente muy segura; su autoridad está en el canto. Pero de pronto alza la voz, y con un golpe de puño sobre la mesa exclama: “¡Pero déjense de pavadas! Yupanqui es único”. La discusión se apaga de inmediato, y quienes la han fogoneado ahora buscan a tientas, casi avergonzados, otro tema, algún asunto que recomponga enseguida la camaradería latinoamericana.
Al decir que Yupanqui es único, Mercedes no ha dicho que sea más grande que Violeta Parra. Tampoco ha sostenido que sea menor. Lo que Mercedes ha sentenciado de modo inapelable es que no existe medida para Yupanqui. Así de simple, aunque en verdad es un tema muy complejo. A un siglo de su nacimiento, Yupanqui sigue siendo un tema complejo. Fue único no en el sentido humanista con el que decimos que cada ser humano lo es. Tampoco por su talento: la historia argentina abunda en artistas talentosos. La singularidad de Yupanqui refiere a la conformación misma del folclore como género de música popular.
(...) Su figura es tan poderosa, su poesía y su música tan perfectas y su nombre de tan profundas resonancias –Atahualpa Yupanqui es casi una categoría moral del arte, un ideal que enaltece al que lo busca–, que tenemos la impresión de que existió siempre, de que es el clásico de los clásicos de la Argentina. De que siempre, desde el principio de los tiempos, hubo un Atahualpa con su guitarra presidiendo la canción popular de los argentinos. Obviamente esto no es así: ¿no es sorprendente enterarse de que “Luna tucumana”, su canción más famosa, fue grabada por su autor recién en 1957, cuando sus compases habían sido memorizados por más de una generación?
Cuando Atahualpa empezó a grabar discos con cierta frecuencia, a principios de la década del ’40, la palabra folclore tenía alrededor de un siglo de uso. Andrés Chazarreta había debutado en Buenos Aires dos décadas antes y los músicos más destacados de la primera oleada de folclore en la Capital no eran más jóvenes que Yupanqui: él se formó con muchos de ellos, tocando a su lado. ¿No es increíble que su nombre casi no existiera en la prensa de la década del ’30, cuando Gardel ya era un mito nacional?
(...) Si nos atenemos a sus dichos, Yupanqui deseaba convertirse, con los años, en un anónimo. Deseaba desmaterializarse en medio de la correntada del canto popular. En alguna oportunidad, siendo víctima de una férrea censura, asistió a un restaurante donde unos músicos estaban tocando una canción de su autoría. El presentador lo reconoció y se apresuró a anunciarlo: “Acabamos de escuchar el tema de un autor anónimo que nos honra con su presencia”. Décadas más tarde, Divididos hizo una versión medio blusera de “El arriero”. Tal vez alguien creyó que aquella canción era del grupo, o que era tan anónima como “Duerme negrito”, pieza de dominio público que Atahualpa solía cantar. De todas maneras, más allá de la circulación irregular de su repertorio y del escaso conocimiento que se tiene de su vida y sus circunstancias, Yupanqui no se ha hecho anónimo, al menos no todavía. Quizás en otro tiempo, sus canciones sean, finalmente, leyenda sin nombre.
(...) A Yupanqui lo pensamos en relación con un paisaje que no es el de la ciudad. Al escucharlo o al leerlo, nos familiarizamos con un país sin luz eléctrica, sin automóviles y profundamente silencioso, con todo el silencio del que son capaces las piedras, cardones, arenas, algarrobos y aromos, los trigales suavemente mecidos por el viento. Pero Yupanqui no fue un paisajista: los sitios de sus canciones no están despoblados. Por ahí andan indios, criollos y gauchos. Cañeros y arrieros, mineros y peones de estancia. ¿O acaso al escucharlo cantar y tocar “Baguala de Amaicha”, “Minero soy” o “Milonga del peón de campo” no estamos ante las voces de los desposeídos de la tierra? ¿No son ellos los que cantan a través de Atahualpa?
Contra una visión rentista de la Argentina, contra ese nacionalismo territorial al que tantos folcloristas cantaron y le siguen cantando, Yupanqui optó por los habitantes expoliados. Prefirió discernir la composición social de su país antes que celebrarlo como una unidad intemporal. En tal sentido, fue agudamente político. En verdad, no defendió esencias sino más bien le cantó a ciertas temporalidades olvidadas, sus “hilachitas del viento”.
(...) “Un poeta no tiene biografía, su vida está en toda su obra.” A Yupanqui le gustaba repetir la máxima, que él decía haber hallado entre sus libros de poesía española. Pero, si la vida está en la obra, entonces el poeta tiene biografía, sólo es cuestión de saber encontrarla, primero en la obra y luego más allá. Encontrar la biografía en lo dicho por Yupanqui, pero también en lo silenciado; en lo que mostró y en lo que ocultó. Encontrarla suelta en libros, discos, cartas, recuerdos de sus amigos, recortes de viejos diarios, anotaciones en las paredes de una cárcel, fotografías borrosas en las que se percibe la modulación de un rostro.
Que Yupanqui ocupe un lugar germinal en el mapa de la música argentina, y que ese lugar esté indisolublemente ligado a una idea determinante de autenticidad, es sin duda una proeza cultural sobre la que vale la pena seguir reflexionando. Porque, ¿cuánto de tradición y cuánto de invención hubo en ese juglar argentino que pareció encarnar como nadie un género en su totalidad? ¿Fue Yupanqui un fiel intérprete de diversos regionalismos arcaicos –que sin su mediación se hubieran perdido irremediablemente–, o agregó de su cosecha marcas bien definidas, finalmente aceptadas por todos como genuinamente folclóricas?
No hace falta recordar que Yupanqui tuvo una vida agitada, impulsada por una compulsión al viaje, a la errancia, a dejar aquello que se había conquistado no sin dificultades a cambio de un sentido gaucho de la libertad. En efecto, el hombre viajó por todo el país y luego por el mundo. A veces perseguido, otras por mera elección. ¿Qué buscaba Yupanqui? ¿Tras qué tesoro intangible se movieron el joven de Pergamino, el hombre de Tucumán y todo el Noroeste, el viejo argentino de París? El poeta se lo preguntaba en “El andar”: “A veces no comprendo / mi rodar por el mundo. / Este medir la tierra y el camino / y el mar... / Esto que siendo simple, / se ha tornado profundo. / Voz que ordena a mi paso: / más allá, más allá...”.
(...) Al comprender a Yupanqui quizá nos adentremos más certeramente en el tumultuoso y contradictorio país que lo ignoró, aplaudió, persiguió, volvió a aplaudir y finalmente glorificó. Yupanqui es un tema inagotable. Nos enfrenta a diferentes épocas y ámbitos de la Argentina, así como a sus rajaduras sociales y políticas. Nos obliga a escuchar, entre el placer y el dolor, aquello que la baguala lamentó al cielo y la milonga meditó de cara al horizonte. Nos vuelve a nosotros, hijos de la modernidad, más viejos, recordándonos que alguna vez fuimos silvestres y nómades. Que tal vez sea cierto aquello de que “el que se larga a los gritos, no escucha su propio canto”.
Fragmentos de
En nombre del folclore.
Biografía de
Atahualpa Yupanqui.
http://sur.infonews.com/notas/en-el-nombre-de-atahualpa

domingo, 8 de enero de 2012

A la búsqueda de un Dios benevolente

Por Osvaldo Bayer
“Se puede ser o demócrata o religioso.” Estas profundas y valientes palabras las acaba de pronunciar el escritor israelí Yoram Kaniuk. O una cosa o la otra. Al pronunciarlas, el sabio hombre de letras lo aplicó a su país, Israel, y su estado actual, después de miles de años de experiencia. Vayamos al análisis de las religiones. ¿Qué han logrado en el mundo? ¿Cuántas guerras religiosas devastaron las presuntas civilizaciones? El odio nacido entre las religiones existentes pero también entre las distintas disidencias dentro de una misma religión, ¿cuántas vidas ha costado? Vayamos por ejemplo a la “quema de brujas” que hizo el catolicismo durante décadas.
Justamente aquí, en Alemania, ha causado tremenda impresión la publicación de documentación fidedigna de cómo el Arzobispado católico de Köln (Colonia) durante el gobierno nazi de Hitler aprovechó a los trabajadores esclavos traídos desde Rusia y Polonia para hacerlos trabajar en sus instalaciones. La historiadora Anne Ostermann, quien estuvo a cargo de esa investigación, lo explicó en una rueda de prensa. Allí señaló que “la Iglesia Católica aprovechó sin ningún escrúpulo esa situación”. Debieron trabajar esos prisioneros civiles en hospitales, en las chacras de la Iglesia, en orfanatos y en escuelas católicas, llevando a cabo siempre las tareas más inferiores, como las de limpieza, sin respeto de horarios. En esa zona se emplearon esas fuerzas de trabajo en 96 instalaciones. Cuando los hospitales, por ejemplo, necesitaban personal, las monjas o los sacerdotes se dirigían a las oficinas oficiales a pedir hombres o mujeres. Se traía entonces ese número pedido en camiones o vagones ferroviarios desde Polonia o Rusia, personas que se tomaban directamente de las calles y se las transportaba sin decirles el destino.
Entre los prisioneros se encontraban muchas madres que así se vieron alejadas de sus hijos y trasladadas a centenares de kilómetros de sus hogares. La autora señaló que en 1944 había 180.000 trabajadores esclavos en el Arzobispado de Köln (Colonia). Se los hacía trabajar entre 12 y 13 horas diarias. Una de las prisioneras, Nina de nombre, ucraniana, declaró: “Fui llevada a los 15 años como esclava. Los nazis destruyeron mi juventud. Yo quería estudiar, pero me llevaron prisionera desde mi ciudad a Alemania y me pasé esos años juveniles haciendo limpieza en un hospital”.
Pero, claro, para qué hablar del comportamiento de la Santa Sede frente al nazismo y al fascismo italiano si los argentinos tenemos para recordar la actitud de las autoridades máximas de la Iglesia Católica Argentina con respecto a la dictadura de la desaparición de personas, pese a la valiente excepción de algunos obispos y sacerdotes, como Angelelli y De Nevares.
La Historia está para aprender y los pueblos al parecer están aprendiendo. Por ejemplo, en la ciudad alemana de Rheinbach, entre 1631 y 1636 fueron quemadas vivas setenta “brujas” por orden de los llamados “comisarios de brujas”. El partido ecológico Verde ha presentado ahora una moción para rehabilitar la memoria de esas setenta mujeres. En principio, el alcalde señaló que esa tarea le corresponde hacerla a la Iglesia Católica porque los procesos contra esas mujeres fueron llevados a cabo por esa Iglesia. Finalmente se aprobó y se realizará un acto recordativo, y el alcalde declaró: “No podemos librarnos de la vergüenza por lo cometido hace casi cuatrocientos años, pero por lo menos podemos aprender a no hacer discriminaciones contra grupos o personas”. Aprender de la Historia.
Pero, salvo estos casos aislados de reacción contra lo irracional, hasta ahora hay poco eco en las religiones. Hemos visto en la Iglesia Católica que cada vez más salen a la luz casos de pedofilia cometidos por curas y los llamados hermanos en escuelas religiosas e iglesias en cursos de doctrina. En Holanda acaba de revelarse un nuevo escándalo sexual. Siempre, cuando salía a la luz un caso de pedofilia, en el catolicismo se respondía “No sabíamos nada”. Ahora ya no se puede responder así. Los curas recomendaban, cuando se conocían casos parecidos: “Rezar, rezar y mirar hacia adelante”. Lo de Holanda lo dice todo. El ministro Wim Deetmanm, presidente de la comisión independiente que ha investigado esos casos de abuso sexual por los sacerdotes católicos, ha escrito: “Desde 1945, en las instalaciones católicas han ocurrido más de diez mil casos de abuso sexual con menores. En todos los sectores de la Iglesia Católica se supo eso, pero todos callaron”. Ante esa declaración irrefutable, por primera vez los obispos católicos holandeses hicieron una declaración en la que señalan: “Estamos profundamente avergonzados porque los responsables dentro de la Iglesia no fueron capaces de tomar las medidas necesarias”. El arzobispo Simonis no respondió y fue defendido por el arzobispo Wim Eljk, así: “El obispo Simonis no se enteró de los abusos sexuales en los internados de alumnos”. De acuerdo al estudio realizado entre 34.000 holandeses, el 9,7 por ciento de ellos fueron abusados sexualmente. La Iglesia respondió que se trata de un problema de toda la sociedad. El obispo respondió a eso: “Fue un error callar y también la actitud de sólo trasladar de colegio a los responsables del delito. La inocencia de los niños tiene una importancia fundamental para la sociedad toda”. Los diarios holandeses comentaron que la Iglesia Católica de ese país este año vivió una Navidad nada agradable.
Es que el problema no está sólo en la denuncia. La Iglesia Católica tiene que rever aquello de la castidad y el celibato para sus sacerdotes y monjas y terminar para siempre con el mito de que María, la madre de Jesucristo, fue siempre virgen. El amor no puede ser nunca pecado salvo, sí, cuando hay violación.
Aquí, en Alemania, acaba de ocurrir un nuevo caso de abuso sexual por un sacerdote católico. Ocurrió en Würzburg, cuando un cura de 59 años reconoció haber tenido contactos sexuales con un menor de edad. El cura fue de inmediato pasado a retiro. Por lo menos eso se ha logrado.
Lo mismo ocurre con lo que es practicado por muchas otras religiones: ver el cuerpo de mujer como un objeto de pecado. Acaba de ocurrir en Israel, cuando la judía Tanja Rosenblit se sentó en la primera fila de asientos de un ómnibus para ultraortodoxos judíos. ¡Para qué! Los ultraortodoxos judíos se levantaron y trataron de desalojarla por la fuerza, ya que para ellos las mujeres sólo pueden sentarse en los asientos de atrás. El hecho trascendió, y ahora Tanja es una feminista heroica para sus congéneres que van a luchar para terminar con esa discriminación. Y ya se han movilizado grupos de israelíes que van a ocupar esos medios de transporte y defender a las mujeres que se sientan adelante. Pero hay preocupación en Israel porque los ultraortodoxos religiosos van ganando cada vez más poder. Cada vez más ultrareligiosos se retiran de sus ghettos y van a ocupar casas en los barrios llamados modernos de Tel Aviv. Hace pocos días, una niña de apenas ocho años fue escupida por ultraortodoxos porque su cuerpo no estaba totalmente cubierto con su vestido. Es increíble, en esa tierra que por sus experiencias y persecuciones debería ser habitada por sabios, todavía hoy se encuentran sectas –cada vez más numerosas– con esos principios absolutamente irracionales.
Para no hablar de los pueblos árabes y musulmanes y sus ultrarreligiosos, con su increíble limitación de la libertad de la mujer y sus atentados contra los que piensan distinto. Por eso, lo que acaba de suceder en Arabia Saudita es una verdadera revolución. Sí, es llamada “la revolución de los corpiños”. Por primera vez se ha permitido que las mujeres sean atendidas por mujeres en la compra de su ropa interior. Hasta ahora sólo estaba permitido a vendedores hombres aceptar el pedido de ropa interior femenina para mujeres. Pero, en una medida revolucionaria, el rey Abdullah aprobó la ley por la cual las ventas de ropa femenina y productos cosméticos puedan ser atendidas también por mujeres. Y ha habido una reacción inmediata: ya se han anotado 28.000 mujeres para ocupar esos puestos de trabajo.
Increíble el ser humano. Increíbles sus religiones. Ninguna de ellas ha conseguido eliminar las guerras entre los pueblos. Ninguna de ellas ha solucionado los problemas económicos del mundo entero. Ninguna de ellas inició nunca un diálogo con otras religiones para llegar a un consenso de sentimientos, dar pasos positivos y solucionar, por lo menos, el hambre de los niños en el mundo. En vez de esclarecer se aplica la palabra “pecado” como explicación de todo. Un trabajo para los congresos de psicólogos sería: ¿por qué el ser humano inventó tales religiones? En vez del diálogo racional, no, “eso es pecado”, “Dios lo dispuso así”, “el ser humano es malo por naturaleza”, donde cabe la racional pregunta: entonces, ¿por qué Dios lo creó así?
La única salida es la búsqueda a través de la Ciencia. Ciencia y no guerras. Ciencia y no countries para unos y villas miseria para otros. Ciencia, pero por sobre todo, el ser humano tiene la Etica como camino. La defensa de la vida. Ahí no puede haber dudas.

http://www.pagina12.com.ar/diario/contratapa/13-184938-2012-01-07.html

viernes, 30 de diciembre de 2011

¿De qué terrorismo hablamos?

Por Eduardo Anguita Periodista y Director de Miradas al Sur.


Todo indica que ser miembros del G-20 tiene un costo de admisión y una cuota societaria y que el GAFI tiene una manifiesta fidelidad hacia la gran banca privada internacional y al Departamento de Estado estadounidense.


La reciente sanción de una reforma del Código Penal bajo el pedido del Grupo de Acción Financiera Internacional (GAFI) ha sido motivo de preocupación de muchos sectores defensores de los Derechos Humanos. Las razones surgen, básicamente, porque se introdujo, a pedido del Poder Ejecutivo, una difusa figura de “terrorismo”. A último momento el proyecto original agregó un párrafo que, a la hora de ser interpretado por un juez o por un gobierno futuro, puede resultar intrascendente. En efecto, basta ver la letra del artículo 41 para comprender que la falta de debate previo llevó a una imprecisión que no conforma ni a tirios ni a troyanos. Así es la redacción del artículo en cuestión: “Cuando alguno de los delitos previstos en este Código hubiere sido cometido con la finalidad de aterrorizar a la población u obligar a las autoridades públicas nacionales o gobiernos extranjeros o agentes de una organización internacional a realizar un acto o abstenerse de hacerlo, la escala se incrementará en el doble del mínimo y el máximo.” El párrafo que se agregó en Diputados indica que “las agravantes (duplicación de penas) previstas no se aplicarán cuando el o los hechos tuvieren lugar en ocasión del ejercicio de derechos humanos y/o sociales o de cualquier otro derecho constitucional”. Hoy, con la historia abierta desde el 25 de mayo de 2003, está claro de qué se habla, pero desde la óptica del Poder Ejecutivo Nacional. No puede decirse –sólo por tomar dos casos entre muchísimos– que el gobierno de Mauricio Macri tenga la misma lectura, ni que la jueza que ordenó la represión del Indoamericano hace un año tenga la misma óptica respecto de no reprimir la protesta social. 
Todo indica que ser miembros del G-20 tiene un costo de admisión y una cuota societaria y que el GAFI (un foro intergubernamental que reclama normas de persecución al lavado de activos y financiamiento al terrorismo) tiene una manifiesta fidelidad hacia la gran banca privada internacional y al Departamento de Estado estadounidense. No extraña la calificación que hizo del GAFI el ministro de la Corte Suprema Raúl Eugenio Zaffaroni: “Es un organismo de segunda categoría, que se atribuye más derechos que las Naciones Unidas.” 
Esta ley aparece en el contexto de la utilización de las sanciones financieras de Israel, Gran Bretaña, Alemania, Estados Unidos y Canadá contra un banco público iraní –el EIH, con sede en Hamburgo– porque según la prensa israelí, norteamericana y británica “esta entidad bancaria apoya la proliferación de armas de destrucción masiva”. ¿Se refiere a que fabrican bombas que son usadas por terroristas para atacar un blanco civil, como todo indica que sucedió con la sede de la AMIA en Buenos Aires en 1994? No, se refiere a que el EIH es un banco en el que, además de transacciones por el gas y el petróleo iraní, también se hacen pagos a empresas que participan del programa nuclear iraní.
Y aquí conviene hacer varias consideraciones. La primera: ¿No hacen terrorismo mediático los diarios de los países centrales que señalan a la bestia de Teherán después de haber matado cientos de miles de iraquíes con la excusa de que la bestia de Bagdad tenía armas químicas y biológicas, cosa que nunca se probó? La segunda: ¿Nadie se acuerda que ingleses y norteamericanos dieron un golpe de Estado en Irán en 1953 y colocaron a un monigote llamado Reza Pahlevi, porque los iraníes estaban a punto de estatizar el petróleo y el gas controlado por empresas norteamericanas y británicas? La tercera: Irán no reconoce tener un programa de fabricación de bombas atómicas, permite las inspecciones de la Agencia de Naciones Unidas para la Energía Atómica y no están probadas las acusaciones.
 
EL ÁRBOL Y EL BOSQUE. José Nun –honrado por el gobierno como secretario de Cultura pero desaprovechado en su trayectoria como destacado politólogo con diversos doctorados en Economía– acaba de publicar La desigualdad y los impuestos (Capital Intelectual) en el que cita fuentes del Banco Mundial para hablar del lado oscuro de las finanzas. “Entre 1 y 1,6 trillones (1 trillón: 10 elevado a la 18, NdR) de dólares (es) el dinero mal habido que circula anualmente por el mundo.” Uno de los mayores especialistas de lavado de dinero en el mundo es Raymond Baker, presidente de Global Financial Integrity, quien después de haber estudiado los movimientos financieros de 60 naciones, cree que las cifras del Banco Mundial deberían multiplicarse por tres. Lo impresionante es que, según Baker, la mitad de ese dinero proviene de las naciones en desarrollo –o periféricas–. Y cualquiera podrá preguntarse si esa es plata sucia de los carteles de droga o de políticos corruptos. Sí, pero en una proporción que deja helada la sangre: “entre el 60 y el 65% (se debe) a las maniobras ilícitas de muchos particulares y grandes empresas”, mientras que el llamado “crimen organizado” sería responsable del 30% del dinero ilegal y sólo el 3% de la “corrupción política”.
En la Argentina, los delitos de “financiación al terrorismo” estaban contemplados en figuras ya existentes en el Código Penal, pero lo que no está debidamente entendido en la sociedad –y parece que también en buena parte de la dirigencia política argentina es la cantidad de maniobras que hacen las grandes empresas transnacionales para burlar el pago de impuestos. En este sentido, tuvo mucha menos repercusión el tratamiento y sanción en estos días de otra ley que incorpora delitos económicos y financieros para prevenir el lavado de activos, una figura que se había incluido en el Código Penal a mediados de este año. La nueva norma penaliza, por ejemplo, acciones destinadas a afectar el orden económico o financiero. La presidenta habló hace poco de haber conjurado cinco corridas bancarias que, según ella, llevaron al Banco Central a tener que vender 15 mil millones de dólares, una cifra impresionante. Es valiente de parte de la presidenta dar a conocer estos movimientos desestabilizadores, pero sería vital para la sociedad argentina conocer los detalles de todo esto. Se dice –pero nunca se dan los datos concretos con nombres, apellidos y entidades bancarias– que hay más de 100 mil millones de dólares de argentinos en circuitos ilegales, posiblemente la mayoría reciclados fuera del país. Cuando muchos periodistas y académicos reclaman la urgencia de una ley de derecho al acceso de la información no se refieren a los detalles íntimos de una reunión en un ministerio sino a la posibilidad de sostener y alimentar debates públicos con información fundada y no en base a estimaciones. Eso ayudaría al Estado, además, a recaudar más impuestos y también permitiría mejorar las normas tributarias.
No sólo la palabra “terrorismo” pone en guardia a quienes conocen las historias de las violaciones sistemáticas a los Derechos Humanos y la soberanía de las naciones. “Task force” es otro término, casi complementario de las lógicas de avasallamiento. Es decir, primero la gran prensa aterroriza diciendo que hay terroristas por todos lados y luego llegan las fuerzas de tareas. Es decir, Vietnam, Panamá, Irak, Afganistán. Raymond Baker preside además la curiosa Task Force on Financial Integrity & Economic Development (Fuerza de Tareas para la Integridad Financiera y el Desarrollo Económico) que explica en su página web cinco prioridades para transparentar las finanzas: la reducción y manipulación de los precios de las importaciones y exportaciones; la contabilidad de las ventas, de las ganancias y de los impuestos pagados por las compañías multinacionales país por país; confirmación de los registros bancarios de las ganancias declaradas; información automática cruzada entre los impuestos y las (declaraciones de) aduana; y por último, la armonización de la legislación sobre lavado de dinero (acá podría llamarse fuga de capitales en dólares) focalizada en la transparencia.
Una mirada al respecto desde un punto de vista nacional y popular podría advertir que una serie de académicos y economistas especializados en normas impositivas participaron en el trabajo dirigido por José Nun, uno de ellos es el filoso Jorge Gaggero, del Plan Fénix. También podría decirse que Raúl Scalabrini Ortiz ha dejado una extraordinaria enseñanza respecto de cómo los ferrocarriles y los bancos ingleses limaron la soberanía argentina. Y también que Daniel Aspiazu y Eduardo Basualdo explicaron con claridad en los últimos 25 años cuál es el grado de concentración y transnacionalización de la economía argentina. Nada debe empañar la impronta de este Congreso que sancionó una docena de leyes en tiempo récord. Pero, en algunos casos, velocidad no significa profundidad. Y estos temas merecen debates y también merecen información pública confiable.



http://tiempo.infonews.com/notas/%C2%BFde-que-terrorismo-hablamos#.Tv5L8Xi8K84.facebook

“Los que quieren profundizar el modelo, ¿se refieren a esta fábrica de desigualdad”?

Entrevista al científico social Atilio Boron

Periódico de la CTA N° 81


Ex secretario del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, Atilio Boron recibió en Cuba el Premio Internacional de la UNESCO José Martí 2009 por su infatigable contribución a la unidad e integración de los países de América Latina y el Caribe. Es profesor de Teoría Política de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires e investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET).

Se desempeña como director del Programa Latinoamericano de Educación a Distancia en Ciencias Sociales (PLED) del Centro Cultural de la Cooperación “Floreal Gorini”. También es miembro del Comité Científico del Programa de Investigación Comparada sobre la Pobreza (CROP), que tiene su sede en Bergen (Noruega).
A través de sus artículos en diversos medios del continente, sus apariciones en la televisión de Cuba, Venezuela y todo el continente, Boron se transformó en un referente de amplios sectores, fundamentalmente juveniles, que lo siguen a través de sus blogs, sus direcciones en facebook y se comunican con él a través de los miles de correos electrónicos que recibe cada día. Defensor del reformismo a la manera de Rosa Luxemburgo, al que sabe diferenciar de lo que denomina “modernización conservadora”, Boron dio pie a una verdadera polémica cuando se preguntó, ¿de qué hablan quienes propician profundizar este modelo?

Humanizar al capitalismo parece cosa difícil si uno mira alrededor. De cualquier manera, si se analizan el discurso del oficialismo pareciera que “el modelo” es eso. ¿Qué es para usted “el modelo”? 

Humanizar al capitalismo es más difícil que hallar la cuadratura del círculo. Un sistema económico y social que se construye a partir de la consideración de hombres, mujeres y naturaleza como simples mercancías capaces de producir más riqueza es absolutamente imposible de humanizar. Por otra parte, quienes hablan de "profundizar el modelo", ¿quieren “profundizar” también la Ley de Entidades Financieras de Videla y Martínez de Hoz; o la Carta Orgánica (ultraneoliberal) del Banco Central pergeñada por Domingo Cavallo, o la escandalosamente regresiva estructura tributaria que recauda impuestos a las "ganancias" entre los asalariados o castiga con un IVA brutal a los consumidores de bajos recursos mientras exime de imposiciones tributarias a la renta financiera o a la transferencia de activos de sociedades anónimas mientras subsidia a las grandes empresas y a los consumidores adinerados? ¿Quieren profundizar los efectos de esta incontenible fábrica de pobreza que es el "modelo" y la irritante desigualdad económica pese a elevadísimas tasas de crecimiento económico; o el trabajo "en negro" que afecta al 40 % de los trabajadores, incluso dentro del propio sector público; o la indiferencia ante los reclamos en contra de la minería a cielo abierto (¡y su escandalosa regalía del 3 % a boca de mina!), por la preservación de los glaciares y los bosques nativos, o por la devolución de las tierras a los pueblos originarios (caso Qom, en estos días)? ¿De verdad quieren profundizar todo esto, porque esto es el “modelo”?

De lo que se trata no es de profundizar el modelo sino de cambiarlo de una buena vez, sin arrojar por la borda todo lo actuado, preservando algunos aciertos (aún cuando insuficientes, como la asignación universal por hijo y la extensión de los beneficios jubilatorios) pero avanzando aceleradamente en una nueva dirección congruente con los imperativos de justicia y equidad sin los cuales cualquier democracia se convierte en una farsa y deviene en una plutocracia disfrazada.

¿Cuál es la línea que separa al reformismo de un sistema que, a la postre, no afecta la matriz neoliberal, por el contrario trata de perpetuarla maquillando sus efectos? 

Yo creo que el reformismo es una política anticapitalista. Si algo se llama por ese nombre y fortalece al capitalismo, lo eficientiza o lo hace más digerible para las masas eso no es reformismo sino una modernización conservadora. No olvidar que como lo manifestara Rosa Luxemburgo tantas veces, hay un lazo entre reformas sociales y revolución. Lo que ocurre es que a las modernizaciones conservadoras se las llama reformistas, pero eso es un error. Las revoluciones no son acontecimientos que ocurren de la noche a la mañana. Suelen casi invariablemente comenzar como un proceso de reformas que, al calor de la lucha de clases, se radicaliza hasta desembocar en una verdadera revolución. El Movimiento 26 de Julio en Cuba siguió exactamente esa trayectoria. Y la revolución socialista en Rusia comenzó como un programa claramente reformista: “pan, tierra, paz”, que nada tenía que ver con el socialismo. Pero puso en marcha un proceso dialéctico que luego no se pudo detener y que culminó en la creación del primer Estado Obrero en la historia de la humanidad, más allá de las deformaciones que, lamentablemente, frustrarían su destino histórico en las décadas sucesivas.

Un dirigente social del interior nos preguntaba días atrás: “Los desocupados que reciben dos mil pesos por construir viviendas, los uniforman y deben ir puntualmente a todos los actos de la organización política que les dio trabajo y de esa forma dejan de figurar para el Ministerio de Trabajo como desocupados, ¿dejaron de ser pobres? ¿O son nuevos pobres? ¿Cómo lo caracteriza usted?

Siguen siendo pobres, y para colmo, atrapados en una red clientelística que impide su emancipación económica y social. Su ocupación actual es inestable y transitoria. Para atacar el problema de raíz tendrían que ser capacitados en las nuevas tecnologías que hoy imperan en el mundo de la producción y, por otro lado, formular y ejecutar un plan nacional de desarrollo en donde a partir del papel rector del Estado se establezcan prioridades en materia de inversión con miras puestas en la creación de empleos. No debe olvidarse que la dinámica propia del capitalismo actual tiende a la expulsión de la fuerza de trabajo. Si por el capital fuera una parte apreciable de la población mundial sería redundante, y la única política social válida sería practicar la “eutanasia de los pobres”. Por lo tanto, si el Estado no interviene con múltiples políticas activas, y lo hace eficientemente, esta tendencia profunda del capitalismo hará que se perpetúen la desocupación y la pobreza.

UNASUR y el ALBA son complementarios pero diferentes, especialmente cuando se habla de estrategia. ¿Cuáles son para usted los puntos en común de los dos líderes de los bloques Brasil y Venezuela? 

Brasil todavía no se piensa como un líder de un bloque regional sino que lo hace en términos exclusivamente nacionales, procurando afianzar su propia proyección en América Latina y, en la medida de lo posible, en la arena internacional. Ni Lula ni Dilma parecen dispuestos a hacer lo que todo líder debe hacer: sacrificar en parte sus intereses egoístas para, a cambio, beneficiarse con la conducción de un bloque de países que potenciaría la gravitación internacional de Brasil y de América del Sur. Para esto se requiere una clara visión estratégica global y Brasil no la tiene. Por eso, por ejemplo, se niega a renegociar el leonino convenio brasileño-paraguayo de la represa de Itaipú (pese a un leve retoque hecho por Lula en los momentos finales de su mandato) o impone absurdas restricciones a la exportación uruguaya de arroz al Brasil (¿puede Uruguay exportar tanto arroz como para provocar esa reacción?). Venezuela, bajo el liderazgo de Chávez, tiene una visión acertada de la inserción de América Latina en el sistema mundial pero carece de las formidables potencialidades que tiene Brasil. Por eso el ingreso de Venezuela al Mercosur podría acercarnos a la síntesis que hace tanto tiempo estamos necesitando: la potencia y el empuje brasileños y la clarividencia estratégica de Chávez. Este, a diferencia de Brasil, no se equivoca en lo esencial: la caracterización del imperio y el papel de América Latina.

Venezuela tiene petróleo y según los norteamericanos también un “dictador”. Si no hay descontento popular real, cámaras y unos pocos extras logran milagros en estos tiempos. ¿Hay riesgo de un desembarco militar estadounidense directo en el continente? 

Es una opción que Washington tiene en carpeta. Van a esperar la evolución de la enfermedad de Chávez y el veredicto popular en las próximas elecciones del 2012. Pero si ambas cosas se mueven en una dirección contraria a los intereses norteamericanos: si Chávez se cura del cáncer y gana las elecciones una aventura militar como la perpetrada en estos días en Libia no debería ser descartada. De hecho David Cameron, el premier británico, dijo recientemente que esa operación podría ser el modelo de futuras intervenciones militares destinadas a construir un mundo más seguro y confiable. Por eso la satanización de Chávez, acusado miserablemente de ser un protector de terroristas y narcotraficantes por el propio Departamento de Estado en sus informes anuales, debe ser entendida como el primer paso –preparatorio de la opinión pública- de una eventual operación militar destinada a remover por la fuerza el principal obstáculo que Estados Unidos encuentra en la región a la hora de recuperar su pérdida ascendencia.

Irán, Afganistán, Libia. La debilidad del capitalismo no calma su voracidad por el petróleo y el expansionismo militar. Menos poder económico, más impunidad, ¿es contradictorio? 

No es contradictorio en absoluto. De hecho, la impunidad es requerida por -y refuerza al- poder económico. A medida que la gravitación económica de Estados Unidos se fue debilitando el proceso de militarización de la política exterior y el creciente control autoritario dentro del país (denunciado por infinidad de grupos y asociaciones norteamericanas preocupadas por esta involución en materia de derechos civiles y libertades fundamentales, especialmente luego del 11-S) creció inconteniblemente. El presupuesto militar de Estados Unidos, que hace apenas quince años equivalía al de los doce países que le seguían en ese rubro, hoy equivale al de la totalidad de las naciones del planeta. Se llegó a niveles monstruosos, porque al considerar todos los componentes del gasto militar (incluyendo la Administración de Veteranos, que se encarga de la atención médica y rehabilitación de los heridos) y los proyectos de “reconstrucción” de zonas destruidas por el poder militar yanky estamos hablando de una cifra que supera al millón de millones de dólares, algo considerado como una barrera infranqueable apenas cinco años atrás. En otras palabras: se pretende contrarrestar la declinación económica con un fenomenal fortalecimiento del poderío militar. Eso puede funcionar hasta cierto punto pero, ¿por cuánto tiempo?

El rol de Moreno Ocampo 

En un momento de la entrevista le recordamos a Atilio Boron que durante el siglo pasado, una revista de actualidad traía la sección “Argentinos que triunfan por el mundo”. Y le apuntamos que de existir en estos días lo hubiera incluido al doctor Luis Moreno Ocampo quien ha tenido un papel activo en el Tribunal Penal Internacional.  ¿Opina lo mismo? 

Si, muy activo. Ahora quiere abrir una investigación sobre Kadafi y sus crímenes de guerra y sus violaciones a los derechos humanos. Pero habrá que ver si tiene la integridad moral y las agallas para hacer lo propio con los socios, cómplices y partícipes necesarios de los crímenes de Gadafi: George W. Bush y Tony Blair, tal cual surge de los documentos hallados en varias oficinas abandonadas del gobierno de Gadafi. Esos gobernantes conocían muy bien las atrocidades que cometía el líder libio y le enviaban prisioneros sospechosos de actividades terroristas para que los torturaran en Libia para arrancarles informaciones en su cruzada antiterrorista. Espero que Moreno Ocampo actúe en consecuencia e incluya en su investigación el siniestro papel de estos otros criminales, a quienes la prensa presenta como grandes defensores de la democracia, la libertad y los derechos humanos.

Artículo publicado en el Periódico de la CTA N° 81, correspondiente al mes de octubre de 2011.

jueves, 22 de diciembre de 2011

La bandera palestina

El ingenio de los pueblos que viven bajo una ocupación extranjera no tiene límites, la torpeza de las potencias ocupantes tampoco.  Por las estrechas calles de la famosa Casba de Argel los soldados franceses corrían detrás de chiquillos argelinos que los provocaban en la cara y luego desaparecían en uno de los tantos laberintos que tiene la maravillosa ciudadela construida sobre una colina al borde del mar mediterráneo. En Vietnam, los pequeños gigantes que luchaban contra la sofisticada tecnología de los marines norteamericanos atacaban y se esfumaban en alguno de los miles de túneles que habían cavado bajo tierra. Los soldados, desconcertados, sabían que detrás de cada planta podía aparecer y desaparecer un vietnamita en un abrir y cerrar de ojos.
En Palestina no hay montañas ni selvas y nunca hubo una verdadera guerra de guerrillas contra la ocupación israelí.  Pero los palestinos tienen sentido del humor y muchas veces desafían a los israelíes con la picardía.  A comienzos de la década de los ochenta el Estado de Israel apenas reconocía a los palestinos como pueblo y consideraba a la OLP una organización terrorista a la cual había que destruir de cualquier manera.  Por ende, también todos sus símbolos estaban prohibidos y eran perseguidos.  Mientras el “enemigo público N° 1”, Yasser Arafat, se encontraba en el Líbano acosado por las bombas que caían sobre Beirut en su afán por matarlo, los palestinos jugaban al gato y al ratón con los soldados israelíes mostrándoles las bandera palestina roja, negra, verde y blanca.  El ocupante, torpe y embrutecido, no contento con arrestar a quien osara enarbolar la bandera, perseguía cualquier expresión pública donde se combinaran los cuatro colores, prohibidos si se exhibían juntos.  Si en una exposición de pinturas algún artista mostraba el pasto verde combinado con flores rojas, negras y blancas, llegaban las autoridades militares y clausuraban la muestra.
Uno de los frutos favoritos de los palestinos es el “batij”, la sandía, cuya cáscara exterior es verde y su parte interior blanca, con pulpa roja y pepitas negras.  Y como el humor popular no tiene límites a alguien se le ocurrió hacer remeras con el dibujo de una sandía abierta.  La respuesta fue inmediata: perseguir a quienes vestían esas remeras.  Es posible que hoy algunos palestinos recuerden cuando comían sandías en la calles y se reían de los soldados.  Pero seguramente todos miraran con felicidad las imágenes que llegan de París, donde la bandera palestina flamea en la UNESCO.